lunes, 3 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 14

 -Su padre me ha dicho que esta semana se van a hacer varios pozos de prospección en Oklahoma. Quiere que lea esos informes antes de que volemos allá a echar una mirada.


El plural solo podía significar Pedro y Paula. Él no sabía cómo resolvería la cuestión de viajar con ella. Pero tenía que hacerlo. Una gran parte de su trabajo consistía en ir de un posible pozo a otro. Con un poco de suerte, la potente forma en que reaccionaba su cuerpo en cuanto la veía se calmaría con el tiempo. Quizás al día siguiente o al otro sería capaz de mirarla sin preguntarse cómo sería tenerla entre sus brazos.


-Será un terreno quebrado y montañoso. ¿Ha estado alguna vez allí?


Ella negó con la cabeza y se alejó de él.


-He estado trabajando en el extranjero y en exploraciones en el mar.


Pedro la miró alejarse hacia una mesa y tomar una taza con café. De una bolsa de papel sacó un bollo de frambuesa.


-Queda una rosquilla, si le apetece -le ofreció, mientras tomaba asiento en una silla plegable.


-No, gracias, ya he desayunado.


Sin ninguna duda, pensó Paula. Probablemente había tomado una buena comida sentado en una cocina o en un comedor.


-Me imagino que no se rebajará a meterse algo como esto en el cuerpo.


Él negó con la cabeza mientras una leve sonrisa se le dibujaba en los labios.


-Le falta bastante grasa para mi gusto. A mí que me den un buen chorizo o panceta con huevos.


-Seguro que sabe que eso no es bueno -dijo ella, siguiéndolo con la vista mientras él se dirigía a la pequeña cafetera en un rincón.


No vestía como alguien que se dedicaba al petróleo, sino como un ranchero, con ajustados vaqueros y botas. Una camisa color verde oscuro le cubría el musculoso torso. La ropa informal resaltaba su delgadez, burlándose de que no comiese comida sana. También se burló del voto que Paula había hecho de nunca más mirar a un hombre por su físico.


-Mi madre me lo dice todas las mañanas -dijo Pedro-, pero de todos modos me hace el desayuno.


La taza que ella se llevaba a los labios se quedó a medio camino. 


-¿Todavía vive con sus padres?


Él hizo un gesto de disgusto mientras se servía café.


-Parecería que es un crimen.


Ella no supo a qué atribuir el que él se pusiese a la defensiva. Ella no lo había acusado de ser un cachorrillo al que aún no habían destetado.


-En absoluto -dijo ella y lo miró con detenimiento mientras él tomaba una silla y se sentaba frente a ella-. Solo que pensé que... Usted no parece un hombre al que le guste tener a sus padres encima.


La noción de que ella creyese que él era un playboy que necesitaba su vida privada le causó gracia y le quitó la acritud que había creído ver en la pregunta.


-Lo cierto es que no vivo normalmente con mis padres. Tengo mi propia casa en el Hondo Valley. Pero en este momento le estoy haciendo unos arreglos. El rancho de mis padres es enorme y me insistieron que me quedara con ellos mientras acababan el trabajo. Y es agradable pasar una temporadita en casa.


-Estoy segura que sí -murmuró ella, preguntándose si Pedro sabía lo hermoso que era tener un verdadero hogar.


¿Habría sabido alguna vez lo que era estar totalmente solo en el mundo? No. Estaba segura que no. Se imaginaba que la preocupación más grande que Pedro Alfonso había tenido en su vida era dónde hacerse lavar las caras camisas o qué color de coche comprar. No es que Paula le envidiara el dinero. Desde que ella se sacara el título de geóloga había ganado un salario más que considerable y se podía comprar casi todo lo que deseaba en esta vida. Sin embargo, no se podía comprar lo que tenía él. Nadie podía comprarlo.


-¿Tienes hermanos? -le preguntó. 

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