lunes, 17 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 42

Una semana atrás, habría encontrado una excusa para no aceptar su ofrecimiento, pero después de la noche anterior, comenzaba a pensar que él realmente quería tener una amistad con ella. Y ya que ambos iban y volvían al mismo sitio, Paula decidió que llevar un solo coche era lo más práctico. El viaje se hizo corto mientras discutían la agenda del día. Cuando llegaron, Pedro se detuvo en una panadería para que Paula comprase unos bollos y luego ella se fue a trabajar al laboratorio y él a su oficina. No lo volvió a ver hasta la hora de salir, en que él fue al laboratorio a buscarla.


-¿Lista para irte a casa? -le preguntó desde la puerta.


Paula levantó la vista del microscopio y miró por encima de su hombro para verlo de pie en el vano. Tenía más aspecto de hombre de negocios, con pantalones oscuros y camisa blanca. La ropa le daba un aspecto que llamaría la atención de más de una las secretarias y las mujeres con quienes trabajaba.


-Déjame guardar estos tests y estoy lista -respondió ella, quitándose las gafas.


-Tómate tu tiempo -le dijo él y se acercó a donde ella guardaba una serie de tubos con tierra y barro-. En realidad, espero que no tengas demasiada prisa por llegar a casa. Me gustaría pasar por mi casa para ver cómo van los carpinteros.


Paula se sintió de lo más confundida. Desde el momento en que había llegado a trabajar a Sanders, se había dicho que no podía permitir que sucediese nada entre ella y Pedro. Se había prometido a sí misma que no sucedería nada. Pero a pesar de ello, tenía que reconocer que se sentía un poco desilusionada de que la noche anterior él no la hubiese besado. La situación la hacía preguntarse si no estaba volviéndose loca.


-Me parece bien -le dijo-. No tengo nada que hacer.


Pedro la ayudó a guardar el material que había estado usando y luego los dos abandonaron el edificio por la puerta trasera. El sol de la tarde todavía calentaba y le quemaba a Paula la piel a través de la fina blusa mientras se dirigían a la camioneta de Pedro.


-Todavía no he logrado acostumbrarme al clima de aquí -le dijo a éste- . Durante el día casi me aso del calor y por la noche me muero de frío.


¿Nunca cambia? 


-En el invierno. Hace frío todo el tiempo. Después de los años que llevas viviendo en Houston, puede que la nieve te haga decidir que no te quieres quedar a vivir aquí después de todo.


¿Era eso lo que esperaba? Paula se sacó ese pensamiento desconfiado de la cabeza con una sacudida. Le daba igual que Pedro quisiese o no que ella se quedase. Había ido a Ruidoso para iniciar una nueva vida y Pedro Alfonso no iba a formar parte de ella.


-No permitiré que un poco de nieve me espante -le aseguró-. No soy tan blanda.


Pedro la recorrió con la mirada. Normalmente ella llevaba vaqueros y botas a trabajar, pero ese día vestía unos pantalones anchos y una blusa sin mangas que era tan fina que se le transparentaba un poco el sujetador de encaje. Esa imagen lo había perseguido todo el día. Y se preguntó cómo podía seguir haciendo como que no la deseaba. El viaje hasta la casa de Pedro les llevó treinta minutos por un camino de tierra en la montaña. Maureen no se había imaginado que él viviría en un sitio tan recóndito y se sorprendió aún más cuando llegaron a una modesta casa ranchera construida con madera desbastada. Conociendo su riqueza, se imaginaba que viviría en algo más ostentoso.


-Es hermosa -dijo cuando se bajaron de la camioneta.


Él la miró con los ojos llenos de dudas.


-¿Lo dices en serio?


-Por supuesto -dijo ella con una sonrisa intrigada- ¿A tí no te lo parece? 

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