miércoles, 12 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 35

 -Unas crines y un poco de tierra no me van a matar.


-No, pero las bacterias te pondrán ese brazo a la miseria si no me dejas limpiarlo. ¿Dónde está el botiquín? 


Pedro se imaginó las carcajadas de Luciana y los vaqueros si se enteraban de que necesitaba primeros auxilios por una rozadura de cuerda.


-Ya me ocuparé yo más tarde.


-Ya sé cómo te ocuparás. Le dejarás correr el agua unos segundos y con eso te parecerá que ya está limpia.


Él sonrió y Paula se preguntó por qué tenía que ser tan guapo.


-Siempre ha funcionado antes -dijo.


-Pues esta vez, no. Así que, ¿Dónde está el antiséptico?


-Está bien, me doy por vencido. Iré a buscar el botiquín. Pero nada de vendas -advirtió-. No estoy dispuesto a ser el hazmerreír del rancho.


Paula lo esperaba ante la mesa de la cocina cuando él volvió con el botiquín de primeros auxilios. Inmediatamente le extendió el brazo sobre la mesa y chasqueó la lengua al ver el daño.


-Es horrible -murmuró mientras le vertía un generoso chorro de agua oxigenada en la herida y luego le limpiaba con un algodón-. ¿Cómo te lo has hecho?


-Intentaba sujetar ochocientas libras de puro nervio mientras mi hermana le atusaba las crines.


-¿Entonces tu hermana sabe que estás herido?


-Oh, sí -dijo él, encogiéndose de hombros. Luego decidió que no le vendría mal que ella lo compadeciese todo lo posible y añadió-: Dijo que lo sentía y luego se rió.


-¿En serio? ¡Qué barbaridad!


-La verdad es que no -lanzó Pedro una carcajada-. Luciana sabe que su hermano es fuerte. Además, solo es una escocedura hecha con una cuerda. Todos los vaqueros se hacen una de vez en cuando.


Ella lo miró.


-Entonces, ¿Te consideras un vaquero?


-Fui vaquero mucho antes de meterme en el negocio del gas -dijo él con naturalidad.


-Te gusta la profesión -afirmó ella, más que preguntar.


-Siempre me ha gustado. Pero me gusta buscar petróleo también. El beneficio es casi siempre mejor. 


Ella siguió limpiándole la herida con algodón.


-No me había dado cuenta de que el dinero era tu objetivo principal.


-No lo es. Pero nunca viene mal, ¿No te parece?


Paula pensó que cambiaría todo el dinero que tenía en el mundo por tener un hogar como el de Pedro, pero obviamente él no lo comprendería. Nunca había estado completamente solo. No sabía los efectos que ello tenía en el corazón de una persona.


-Sabes, Paula -dijo después de unos momentos-, me alegro de que me hables otra vez.


Ella levantó la vista de la herida, pero luego deseó no haberlo hecho. Su cara estaba tan cerca... Demasiado cerca para sus alterados sentidos.


-Nunca me doy por vencida.


Él bajó la vista a sus labios color fresa.


-Me has estado evitando como si fuese la plaga -la acusó.


-Podría decir lo mismo de tí -turbada por el contacto ocular, volvió su atención a la herida-. Además, Pedro, dijimos que no íbamos a... Que íbamos a mantener las distancias. 


-Sí -suspiró él- ya sé que lo dijimos. Pero eso no quiere decir que tengamos que ser tan fríos. No me gusta trabajar de ese modo. No me gusta... Ser de ese modo contigo.


Ella le apoyó la mano en el brazo y durante un segundo se permitió saborear la sensación de su tibia piel, el fino vello que se curvaba alrededor de sus dedos. Llevaba toda la semana ansiando tocarlo. Suponía que la herida había sido una buena excusa.


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