miércoles, 26 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 64

Ella intentó sostenerle la mirada, pero todo su interior temblaba tanto, que tuvo que retirar los ojos.


-Es más fácil estar solo, Pedro.


-¿Pero es mejor? Podrías tener más niños, Paula. Nuestros niños.


Su sugerencia hizo que ella lo mirase nuevamente.


-¡Pero tú no quieres niños! Lo dijiste...


Su profundo gemido la interrumpió.


-¡Dije un montón de cosas que no tenían sentido! ¿No quieres más niños? ¿No me quieres? ¿Es eso lo que me quieres decir?


-No comprendes -dijo ella angustiada-. No sabes lo que es amar a alguien tanto y Luego... luego perderlo. ¿Cómo crees que podría soportar que me sucediera eso con otro niño? 


Oh, sí, pensó él con amargura, él sabía lo que era perder a alguien. Pero Paula no sabía que su prometida había muerto violentamente y dudaba que valiese la pena decírselo. Estaba tan envuelta en su propia pena que le importaría poco él. La soltó.


-No sé cómo podrías soportar pasarte el resto de tu vida sin tratar de tener otro niño.


Su respuesta la aturdió. Cuando logró reaccionar, él ya se alejaba.


-¿Dónde vas? -lo llamó desesperada.


-Al Bar A. Veo que estoy perdiendo el tiempo aquí.


Ella lo siguió y él se quedó al borde del claro esperándola. Cuando ella llegó hasta él, le acarició la cara suavemente.


-Eres la mujer que quiero, Paula. Y tarde o temprano, lo lograré.


No le dió oportunidad de protestar. Se alejó antes de que ella encontrara fuerzas para decir nada. Pasó largo rato antes de que las piernas de Paula estuviesen lo bastante fuertes para llevarla a las habitaciones vacías que ella simulaba que eran su hogar.




La noche era cálida y agradable. Había todo tipo de comida deliciosa en las largas mesas hermosamente decoradas y una orquesta tocaba algunas de las canciones favoritas de Paula, pero ella realmente no sabía lo que hacía en el patio trasero del rancho Pardee. No estaba de humor para fiestas, y menos aún para unas bodas de plata. Parecía una cruel broma que le recordaba que ella apenas había logrado permanecer casada un año. Pero la hermana de Pedro, Luciana, la había llamado temprano para rogarle que fuese, y había sido tan cariñosa y tan insistente que no había podido decirle que no. Ahora, al mirar la gente que bailaba, Paula deseó haber seguido su primer instinto de quedarse en casa. Se sentía fuera de lugar entre esa gente. Era la familia de Pedro, nunca sería la suya.


-Lamento que Pedro no pudiese venir. Te debes sentir perdida sin él.


Paula se dió vuelta para mirar a Luciana que se había acercado para ponerse a su lado.


-Yo no... -dijo, mirándola.


-Oh, no te molestes en darme un montón de excusas -dijo Luciana, sonriendo suavemente-. Se nota que lo estás pasando mal. Y ya que es una fiesta muy agradable, tendrá que ser Pedro el causante de esa cara.


Paula no sabía si sentirse molesta o agradecida por la intuición de Luciana. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario