lunes, 31 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 72

 -Está bien. Vamos dijo, apretando los dientes.


Quince minutos más tarde, Paula entró detrás de la camioneta de Pedro a la zona de la perforación. La alta torre estaba iluminada con brillantes focos y se veía a los obreros trabajando bajo la lluvia. Pensó con ironía que no había nada que detuviera el trabajo en una torre de perforación. Ni rayos, ni truenos, ni centellas. Una vez que el taladro mordía el suelo, era una carrera desesperada por encontrar gas o petróleo lo antes posible. Los capataces presionaban a sus obreros al límite y los gerentes de la compañía, como Pedro, presionaban a los capataces para que los hiciesen trabajar aún más duro. Sin embargo, Paula sabía que él no les pedía nada que él no hiciese. Era un hombre justo en el trabajo. Era en lo más íntimo de su persona en lo que ella todavía no podía confiar. Estacionaron los vehículos junto a una casa rodante que se hallaba un poco apartada de la torre de perforación. El sonido de la lluvia, sumado al ronronear de los generadores cercanos les impidió decir nada hasta entrar.


-El cuarto de baño se encuentra pasada la cocina -dijo Pedro dándose vuelta hacia ella-. Y los dormitorios están en ambos extremos. Elige el que quieras. En lo que a mañana respecta, le he dicho al viejo que te reunirías con él a las ocho. ¿Te parece bien?


Le habían sucedido tantas cosas en las últimas horas que Paula casi se había olvidado el motivo que la había llevado a Oklahoma. Desde luego que no había sido arrojarse a los brazos de Pedro. Pero, ya que había sucedido, no podía volver atrás. Lo que tenía que decidir ahora era qué hacer con respecto a los dos el resto de su vida.


-¿No vendrás conmigo? -preguntó.


-Ayer, cuando me despedí de él, no estaba demasiado feliz que digamos -respondió, sacudiendo la cabeza-. No creo que sea una buena idea que yo aparezca por ahí por la mañana.


-No estoy segura de poder lograr demasiado.


Por primera vez esa noche, él sonrió y el corazón de Paula se derritió un poquito más cuando él le levantó la mano y le besó el dorso.


-Al menos estás dispuesta a intentarlo. Y te estoy muy agradecido por ello.


No había esperado esa tierna gratitud por su parte, lo que sumado a las emociones que habían asaltado con respecto a él hacía unos minutos hizo que casi se echase a llorar. 


-Haré todo lo posible. Buenas noches, Pedro -dijo en voz baja antes de dirigirse a la seguridad del dormitorio.


Cuando Paula se despertó a la mañana siguiente, se sorprendió de haber podido pegar ojo. Entre la lluvia y el ensordecedor sonido de la perforación, sin tener en cuenta lo turbada que se hallaba, creyó que no dormiría ni cinco minutos. Afortunadamente, había logrado descansar dos horas. Su reloj marcaba las seis y media. Tenía que levantarse. No le convenía que el propietario se enfadase con ella porque llegaba tarde. Una vez bañada y vestida, se dirigió al salón de la pequeña casa rodante. Había una nota sobre la mesa de formica.


"Paula, tengo que ir a controlar otra torre de perforación de Zolezzi a quince millas de aquí. Ya tienes las instrucciones de cómo llegar a la casa del viejo. No creo que tengas ningún problema para encontrarla. Ya hablaremos luego cuando vuelvas. Pedro".


Así que ya se había ido. Paula se dió cuenta de que no lo vería esa mañana. No sabía si se encontraba desilusionada o aliviada. Después de la noche anterior, no sabía ni lo que sentía ni lo que pensaba. Todo lo que antes había creído de Pedro había dado un giro de ciento ochenta grados en su cabeza. Lo único sobre lo que no tenía dudas era que lo amaba. Y ahora tenía que decidir si podía reunir el coraje para quedarse en Ruidoso y convertirse en su esposa, o volverse a Houston y vivir el resto de su vida sin él. 

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