viernes, 14 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 37

El manso caballo que Pedro le eligió a Paula resultó ser un gris pintado que habían montado el día anterior para apartar hacienda. El trabajo le había permitido desfogarse, así que no intentaría hacer cosas raras.


-¡Pero no quiero montar un caballo cansado! -exclamó Paula- Me parece cruel.


Pedro se rió mientras le ajustaba la cincha al vientre de la cabalgadura.


-Tornado no está cansado en absoluto. Solo que ayer quemó suficiente energía para hacerlo más fácil de dominar hoy. Ya está listo. ¿Te doy una mano?


-Me parece que puedo arreglármelas sola-dijo ella, acercándose al caballo y levantando el pie hacia el estribo-. ¿No era Tornado un poco más bajo hace un minuto?


-No insultes su pura sangre -dijo Pedro con una risa ahogada.


Luego, sin molestarse en pedirle permiso, le apoyó la mano en el trasero y le dió un empujón.


Ella lanzó un chillido y se agarró al pomo de la montura, ya que la fuerza de su inesperado empujón casi la envió del otro lado del caballo.


-¿Qué habrías hecho si me hubiese caído del otro lado? -exigió.


El pecho se le agitaba y parte del desordenado cabello le cubría la cara. Estaba tan guapa que a él le dieron deseos de hacerla caerse de la montura y comenzar todo de nuevo.


-Te habría levantado, quitado el polvo y vuelto a subir a Tornado.


Paula puso los ojos en blanco.


-¿Así tratas a todas tus amigas? -preguntó. Luego sacudió la cabezaNo me respondas. Ya recuerdo. No invitas a tus amigas aquí, solo a tus enemigas.


Riendo de buena gana, él tomó la brida del castaño que esperaba a unos pasos y se subió sin dificultad a la montura.


-No sabía que los científicos también podían ser chistosos. Debes ser una excepción.


Paula pensó que era loca al haber accedido a dar ese paseo con Pedro, y quizás más loca por haber ido a Nuevo México. Sin embargo, a pesar de sus dudas y preocupaciones sobre Pedro, algo le decía que ese lugar era su hogar. Y rogó que su instinto no la estuviese guiando a un desengaño.


Los vaqueros estaban ocupados con sus tareas vespertinas cuando Pedro y Paula atravesaron el patio. Varios de ellos levantaron la mano y saludaron a Pedro. Cuando pasaron cabalgando el largo edificio de las caballerizas, Luciana estaba fuera, lavando con una manguera un potro pinto. Los saludó con la mano y Paula le devolvió el saludo.


-Al ver a tu hermana así, es difícil creer que era concertista de piano - le dijo Paula.


Pedro tomó por una senda que se dirigía a las montañas del sur. La amplitud del terreno les permitía montar uno al lado del otro y ahora que Paula había hablado, él la miró.


-Algún día le pediré que toque el piano para tí. Lo que hace es crear magia con él.


Paula había conocido a la melliza de Pedro en el rancho un par de días atrás y le había gustado inmediatamente. Era tan hermosa y vital como su madre. Y parecía que quería a su hermano extraordinariamente.


-No me la puedo imaginar dejándolo. Alguna gente estudia toda su vida para conseguir la oportunidad de hacer lo que ella hacía.


-Es verdad -asintió Pedro-. Pero en realidad no lo ha dejado totalmente. Ahora puede tocar cuando quiere, donde quiere y para quien quiere. Y, créeme, mi hermana es mucho más feliz ahora que ha dejado esa vida atrás y se ha casado con Sergio. 

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