viernes, 7 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 25

 -¡Pedro, suéltame!


Intentó nadar de espaldas para alejarse, pero él la sujetó por el traje de baño.


-Enseguida -le prometió él con voz ronca-. Dentro de un minuto. Ahora relájate y mira las estrellas.


La luna se había elevado muy por encima de las cimas de las montañas y bañaba su rostro con su blanca luz. La curva burlona de sus labios le indicaba que estaba jugando, pero había algo en sus ojos que le decía que quería seducirla.


-¿Y tú? ¿Qué vas a mirar? -le preguntó.


-A tí. 


Su respuesta directa le dio un escalofrío. Seguro que Pedro sintió su reacción, porque acercó su cuerpo más a su costado hasta lograr que la cintura de ella estuviese apoyada contra su pecho.


-Tienes frío de verdad, ¿Cierto?


¿Frío? Paula casi lanzó una carcajada. ¿Cómo iba a tener frío si sentía oleadas de calor que le recorrían el cuerpo como impulsos eléctricos?


-No. Y no he venido aquí para que tú me tortures -dijo, con toda la seriedad que pudo.


-No te estoy torturando -le dijo él dirigiéndole una mirada inocente.


-Pues no estás precisamente dejándome ir tampoco.


Él escondió el brillo de sus ojos tras los párpados mientras le miraba el rostro iluminado por la luna.


-No quiero dejarte ir.


Era lo último que esperaba oírle decir y abrió la boca sorprendida. ¿Qué hacía? ¿Intentaba destruir su relación profesional antes de que comenzase realmente? Ella giró la cabeza hacia él y el pelo flotó contra su brazo como si fuese un trozo de delicadísima seda.


-¿Intentas alejarme de Zolezzi?


La cara de estupefacción que él puso fue su respuesta. Era evidente que no había nada más lejos de su mente que asustarla y no supo si sentir alivio o miedo.


-Paula, si realmente no quisiera que trabajaras en Zolezzi habría otras formas de deshacerme de tí. No lo haría ahogándote en una piscina.


Ese no era el tipo de miedo que sentía. Pero si él quería pensarlo, allá él. Ni pensaba dejar que se diese cuenta de lo profundamente que la afectaba. Había decidido salir a bañarse con él esa noche para darle una lección sobre el comportamiento de las mujeres mayores que él. Ahora, tenía que seguir con la farsa.


-Y entonces, ¿Qué es lo que haces? -le preguntó, haciendo un esfuerzo por controlar la voz.


-Disfruto de la luna, del agua... Y de tí.


Ella esperaba que él terminase con una sonrisa. Cuando no lo hizo, un nuevo escalofrío le recorrió el cuerpo. 


-¿Sabes? Cuando te conocí, pensé que eras un creído. Y lo cierto es que eres un lobo con piel de cordero.


-En este momento no llevo demasiada ropa que digamos -dijo él burlonamente.


¿Qué creía? ¿Qué ella necesitaba que se lo recordase?


-Ayer no podías soportar verme. Hoy no logro que me quites las manos de encima. ¿Siempre eres así de voluble?


Pedro nunca había sido un hombre impredecible. Una vez que tomaba una decisión, era prácticamente imposible hacerlo cambiar de opinión. Lo que Paula no sabía era que él había querido tocarla el día anterior tanto como en aquel momento. Y que solo pensarlo le daba rabia.


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