viernes, 28 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 70

 -Habíamos planeado todo, estábamos ilusionados con nuestro futuro. Pero nunca se logró cumplir nuestro sueño. Ella volvía a casa una noche por una carretera que se conocía como la palma de la mano, pero había llovido y el asfalto estaba resbaladizo. El coche se le fue en una curva y se cayó a un precipicio. Si ella no hubiese tenido el cinturón puesto, quizás habría tenido una oportunidad. Pero... Bien, ya te puedes dar cuenta de cómo me siento.


Sí, Paula se daba cuenta de muchas cosas que no había visto antes. 


-Tienes que haberte sentido como si se te hubiese abierto un agujero negro bajo los pies.


-Durante mucho tiempo, no me importó nada -reconoció él-. Y luego, una vez que ví que no tenía más opción que seguir viviendo, decidí que lo mejor que podía hacer era no ponerme en situación de sufrir semejante pérdida otra vez.


A Paula se le oprimió el corazón al pensar en el dolor y la pena que él habría pasado. Y le dolía también porque él había pasado todos esos años sin sobreponerse a la muerte de su prometida.


-Así que decidiste cerrar tu corazón a todas las mujeres.


Él apartó la vista y se frotó la cara con las manos.


-Era más fácil salir con muchas chicas.


-Y hacer que todo el mundo creyera que te habías convertido en un donjuán.


-Supongo que sí -murmuró él y luego giró la cabeza para mirarla a los ojos-. Hasta que te conocí a tí.


Ella gimió atormentada y rápidamente se apartó al ver reflejada el hambre salvaje en su cara.


-Pedro, has llevado el recuerdo de esta mujer contigo todo este tiempo. Me resulta difícil creer que ahora puedes dejarlo ir. Por mí.


Antes de que Paula se diese cuenta de sus intenciones, él la había abrazado nuevamente y luego le apretó la mejilla contra la suya.


-Porque lo que siento por tí es más fuerte que nada -susurró con voz ahogada-. Porque lo que siento por tí es más fuerte que todo el sufrimiento por Soledad. Es lo bastante fuerte para hacerme ver que tengo que tenerte en mi vida. No tengo otra alternativa.


Paula quería creerlo desesperadamente. Si pensaba que él la amaba de verdad, quizás podría encontrar el valor para formar la familia que siempre había querido. Pero en ese momento lo único que veía era que él era un hombre con enormes heridas y no estaba segura de ser lo bastante mujer para curarlo. Se soltó de sus brazos y se atrincheró detrás del volante.


-Está amainando. No podemos quedarnos toda la noche a la vera de la autopista. 


-¿Es eso todo lo que tienes que decir? -se la quedó mirando desilusionado.


Haciendo un esfuerzo, se concentró en la llave de arranque.


-¿Qué te gustaría que te dijera? -preguntó con tristeza.


Él le agarró el brazo con fuerza. Paula lo miró en la oscuridad de la cabina. La tensión bailó entre los dos como las descargas de electricidad del distante cielo.


-Que me amas y me necesitas. Que lo único que importa somos nosotros. ¡Que harás el amor conmigo ahora mismo!


La ferocidad de su voz la aturdió tanto como lo que decía. Retiró la mano de la llave a la vez que de los labios de él se escapaba su nombre como un sollozo. Alargando los brazos, la hizo sentar a su lado, donde ella se acomodó de buena gana. Le hundió las manos en la enredada melena y le sujetó la cabeza mientras le hablaba contra los labios.


-Me deseas. ¡Dímelo!


-Sí. 


Lo único que él necesitaba era esa palabra para entrar en acción. Sus labios se apretaron contra los de ella mientras le deslizaba las manos por debajo de la blusa y le acariciaba la tibia piel de la espalda. Era la única forma de acallar el fuego que ella tenía en el cuerpo, el dolor de su corazón. Hacía tanto que lo deseaba, que luchaba contra el deseo que él le despertaba, que estaba cansada de luchar. Lo único que quería era perderse en el recio cuerpo masculino.


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