viernes, 7 de octubre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 24

 -¿Por qué estamos hablando así? Supuestamente, tendríamos que estar nadando, ¿Sabes? Tú y yo en el agua. Flotando. Refrescándonos -dijo, usando las mismas palabras que él había utilizado antes.


Se sentía cómoda dejándole ver su exterior, pero no su interior. La parte de ella que realmente importaba, no. Pedro se dijo que estaba bien así. No necesitaba conocer las esperanzas y los sueños de Paula, ya fueran pasados o futuros. Ligero y superficial. Esa era la mejor forma, la única forma de relacionarse con Paula Chaves. De repente, sus ojos brillaron como una advertencia a Paula, pero ella no tuvo tiempo de reaccionar. Antes de que pudiera alejarse, Pedro la tenía agarrada de la cintura.


-Tienes razón, Paula. ¡Vamos!


-¡Pedro!


Ella chilló su nombre mientras él saltaba al agua, arrastrándola con él hasta el fondo de la piscina. Como imanes contra el hierro, sus cuerpos se atrajeron y Paula se sintió agobiada por la sensación de su sólido cuerpo apoyado contra sus muslos, su vientre y sus pechos. Desesperada por escapar al calor que comenzó a correrle por las venas, le puso las manos en los hombros e intentó salir a la superficie. Pedro se dió cuenta de su pánico y se impulsó con fuerza para que ambos saliesen fuera del agua. Sus cabezas emergieron a unas pulgadas de distancia. Ella boqueaba desesperada intentando tomar aire. Él sonreía, esperando que ella explotase. En cuanto ella logró apartarse el pelo que le cubría los ojos, le lanzó una mirada de enfado.


-¿Estás loco? -preguntó.


Los blancos dientes relucieron a la luz de la luna.


-Eso depende de a quién se lo preguntes.


-¿Así tratas a tus invitadas? ¿Las tiras dentro de una piscina helada y las tratas de ahogar?


-El agua no está fría -rió él divertido-. ¿Qué te hace pensar que tengo otras invitadas?


Ahora le tocó a ella reírse, solo que fue un sonido de incredulidad más que diversión. 


-Por si no te habías dado cuenta, yo he nacido antes que tú, no ayer. No insultes mi inteligencia intentando que crea que has vivido como un monje.


Él echó la cabeza hacia atrás mientras lanzaba una profunda carcajada. Paula lo miró pensando que nunca había visto a un hombre tan sexual como ese. Y no era solo su aspecto agradable, ni su espeso pelo castaño ni su actitud masculina. No estaba segura de qué era, pero la forma en que entrecerraba los ojos, la sensual curva de sus labios, y el fuerte ángulo de su mandíbula se combinaban para hacerle cosas extrañas a su adormilada libido.


-Nunca pretenderé ser tan santo -reconoció él-, pero puedo decir sin mentirte que jamás he tenido una invitada femenina en el rancho. Del tipo en que tú piensas, no.


Ella se lo quedó mirando pensativa. Pedro le tomó la mano e hizo la señal de la cruz con su dedo índice sobre su corazón.


-De acuerdo. Te creo. Ahora me puedes soltar antes de que ambos nos ahoguemos -dijo ella, quitándole la mano con que él todavía la sujetaba de la cintura.


-Puedo mantenerme a flote perfectamente así -replicó él-, pero si necesitas ayuda...


No acabó la frase. Rápidamente la hizo ponerse de espalda y la sostuvo a flote con una mano en el omoplato y la otra en el nacimiento de la espalda. 

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