viernes, 1 de julio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 51

Pero Paula estaba segura de que Rosa McMahon nunca lo había olvidado. Era una mujer fuerte que había tenido que reinventarse por el bien de su hijo y que se llevaría a la tumba el secreto de su dolor por la pérdida de Alberto. Guardó los papeles y contuvo las lágrimas. ¿Acabaría por aceptar que Pedro no estaba disponible o, como Rosa, se protegería con una coraza para poder sobrevivir?


—El teléfono, Paula…


Se sobresaltó al oír la voz de Pedro tan cerca de ella y tomó el móvil antes de que volviera a repetirse el timbre que él le había grabado el día anterior.


—El teléfono, Paula…


Pero justo cuando iba a descolgar la llamada de Pedro, se quedó mirando la pared que separaba sus habitaciones y dejó que saltara el buzón de voz. Paula abrió la puerta esperando que fuera el botones para recoger sus maletas. Sin embargo, se encontró con él. Tenía el ceño fruncido y fuego en los ojos.


—¿Por qué te vas?


«Porque no es bueno para mí estar a tu lado de esta manera y necesito alejarme de la tentación de tocarte».


—No me necesitas paras las reuniones de esta tarde, así que prefiero tomar el avión de vuelta hoy mismo.


—Pero ¿Qué más da una noche más?


Todo su cuerpo se puso tenso. No era una pregunta fácil de responder. Si supiera lo que había deseado desde aquella primera noche, al imaginárselo vestido solo con la toalla… Las veces que había considerado los pros y los contras de levantarse de la cama e ir a su habitación…


—Nada para tí, pero prefiero irme a casa si no hago falta. He cumplido mi compromiso con tu departamento.


—Cierto, y lo has hecho muy bien. Es solo que…


—¿Qué, Pedro?


—¿Te vas por lo de ayer, por lo que dije en la grabadora?


No había nada controvertido en lo que habían grabado en el café. Solo podía estar refiriéndose a las cometas.


—Me voy porque ya he acabado. Y porque no tiene ningún sentido que me quede.


Sus ojos brillaban de la misma manera en que lo habían hecho después de volar las cometas. Parecía querer decir algo, pero incluso él debía de darse cuenta de que no tenía sentido seguir haciéndose más daño.


—Así que, buena suerte esta tarde —concluyó Paula y se echó hacia atrás para cerrar la puerta.


—Te llamaré cuando regrese a Hobart.


—¿Para qué?


—Por tu libro. Tenemos que acabar la entrevista, ¿No?


—Creo que ayer ya conseguí todo lo que necesitaba.


—Te llamaré para asegurarme.


—Muy bien.


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