miércoles, 27 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 39

 —Tu mujer tenía los pies más pequeños que yo. He conseguido calzarme unas sandalias plateadas, pero... No me lleves a escalar esta noche.


—No lo haré. También necesitas un abrigo. Hay unas pieles que...


—No, gracias, no me pongo pieles —la boca ya no le tembló—. He encontrado un abrigo de terciopelo.


—Bien, lo que quieras. Y ahora, si ya estás lista, sugiero que nos marchemos.


—Escucha, Pedro, no tienes que...


—Intenta detenerme —dijo él desafiante.


Al momento, cruzó la estancia, abrió la puerta y la sujetó para dejar pasar a Paula. Después de haberla visto así, imposible retroceder.


—El coche nos está esperando.


Al llegar a la puerta de la casa, Paula se detuvo.


—¿No necesitas el bastón?


Por fin, Pedro consiguió sonreír.


—No me parece buena idea ir al club con el bastón. El plan es avivar el interés del señor Blake, ¿No? Y no lo conseguiremos si parezco un viejo lisiado al que acompañas por compasión.


—¡Tú no tienes aspecto de viejo lisiado! —declaró ella con arrebato.


—¿No? Las apariencias engañan. Pero si la pierna me da problemas, te prometo que me apoyaré en tí. Eso también le dará qué pensar —Pedro abrió la puerta y la hizo salir—. La carroza espera, señora. Cenicienta va a ir al baile.


—Bien, ¿Y tú quién eres? ¿El príncipe?


—¿No es ése el papel de Ivi Blake? —respondió Pedro ofreciéndole el brazo para conducirla hasta el coche.


Paula hizo una mueca.


—¿Iván? No sabría ser un príncipe. Pero si tú no lo eres, ¿Qué papel te toca?


—¿No me reconoces sin el bastón? ¿O debería decir barita mágica?


Paula se echó a reír.


—¿Mi hada madrina? 


—¡Padrino, por favor!


Paula volvió a reír. No obstante, con las sienes plateadas, el rostro saturnino y los ojos gris pizarra, Pedro Alfonso parecía un hombre muy peligroso. Y a pesar de su fama como personaje de televisión, Iván Blake parecía un pueblerino asu lado. Había un grupo de fotógrafos a la entrada del club, clara señal de los famosos que había dentro. Pedro salió del coche, le tomó la mano y se la estrechó al sospechar que estaba nerviosa.


—Sonríe, Paula, no muerden.


—¿No? ¿Qué van a hacer?


—Te van a sacar una foto y te van a hacer famosa —Paula arqueó las cejas—. Apuesto a que a Vanina le va a sentar como un tiro.


Tras la broma, Paula se tranquilizó y la sonrisa fue natural.


—Sé va a poner enferma.


Apenas habían dado unos pasos cuando uno de los fotógrafos reconoció a Pedro.


—¿Señor Alfonso?


Paula vaciló y miró a los fotógrafos, pero Pedor, poniéndole una mano en la espalda, la obligó a proseguir.


—¿Pedro Alfonso? —repitió el periodista en voz más alta, y cuando llegaron a la puerta del club los demás miembros de la prensa ya les rodeaban y empezaron a iluminarles con los flashes—. Hace mucho que no se le veía, señor Alfonso. 

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