viernes, 8 de julio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 71

Paula entrelazó sus dedos con los de Pedro.


—Aunque pasamos solo unas horas juntos, tu recuerdo me perseguía. Lo pasé muy mal al ver tu cara de desdén en Camberra.


—Estaba enfadada. Tenías una esposa y dejaste que…


«Me enamorara de tí».


—No importa. Cuando me abrazaste, fue la mejor sensación de mi vida. Justo entonces supe que mi matrimonio había terminado, aunque preferí ignorarlo. 


—Mica y yo somos los únicos culpables de nuestra separación. Estuvimos hablando y me dijo que fue al cumplir treinta años cuando se dió cuenta de que no quería envejecer junto a un hombre al que no amaba solo por no hacerme daño.


—¿Ella tampoco te amaba?


—Nos queremos lo suficiente como para saber cuándo poner punto y final a lo nuestro.


—¿Está ahora con Fede? —preguntó Paula mirándolo fijamente.


—Siempre lo ha tenido en su corazón.


—¿Van a casarse?


—Supongo que en cuanto se formalice nuestro divorcio —contestó y se quedó en silencio unos segundos antes de continuar—. No han sido unos días muy agradables. He tenido que enfrentarme a algunas cosas que he hecho en mi vida de las que no estoy muy orgulloso. Supongo que, sin saberlo, he estado castigándola por no ser perfecta.


Paula se quedó mirándolo por una eternidad. Solo se oía el crepitar del fuego.


—Así que eres libre.


—Soy libre —dijo con la mirada fija en ella.


—¿Qué vas a hacer?


—Depende de tí.


—¿Qué pasa conmigo?


—Ya sabes lo que siento por tí —dijo él acercándose.


—No, Pedro, no lo sé. Sé que te sientes atraído por mí, pero eso no es suficiente para cambiar nuestras vidas.


—¿Quieres que te diga las palabras?


—Eso es lo que siempre he querido. Quiero un hombre con personalidad e integridad. Alguien que esté tan seguro de sí mismo que no tema que en ocasiones yo lleve la voz cantante. Una vez conocí a un hombre en medio de una montaña con todas esas cualidades.


—¿Alguna cosa más? —preguntó él.


—Sí. Quiero un buen hombre que me quiera y me respete, y no tema decirlo en público. 


Pedro se quedó mirándola largos segundos. Luego se levantó y salió de la habitación. Paula permaneció a la espera, mirando hacia la puerta. Cuando se cansó, salió tras él. Una vez fuera, vio que estaba subiendo hacia el faro que había al borde del acantilado. ¿Le habría pedido demasiado? ¿Le estaría pidiendo más de lo que era capaz de darle? No. Pedir lo que quería no era algo malo en su nueva vida y confiar en tener el amor de Pedro no era algo ilógico. Si no podía ofrecerle aquello… Bueno, no estaría peor que aquella misma mañana cuando había estado pensando en un futuro a solas mientras veía amanecer. Se detuvo. Esta vez no iría corriendo tras él, así que se dió la vuelta para volver a la casa. Y de repente lo oyó.


—Pedro Alfonso está enamorado de Paula Chaves.


Se quedó de piedra y frunció el ceño. Se giró y levantó la vista hacia el faro. Había una sombra con los brazos extendidos hacia el océano gritando al viento. La sombra se dió la vuelta y no paró de correr hasta que llegó junto a ella.


—Nunca me cansaré de decírselo a todo el mundo, pero ahora tengo que decírtelo en privado. Te amo, Paula. Te quiero desde el momento en que confiaste en mí en aquella montaña.


—¿Me quieres? —preguntó ella mirándolo fijamente.


—Te adoro y te elijo a tí.


Ella empezó a llorar.


—Paula —dijo secándole las lágrimas—. Tú nunca lloras.


—Ahora sí. Te quiero, Pedro —dijo sonriendo.


Tomó su rostro entre las manos y la besó. Ella le devolvió el beso, decidida a demostrarle lo mucho que lo amaba.


—Tienes la nariz helada —murmuró él, rodeándola con su brazo—. Volvamos dentro. Hay un sofá frente a la chimenea y me muero por tumbarme en él.


—No hace falta que duermas en el sofá —dijo ella riendo. 


Él la abrazó mientras caminaban. Su voz sonó esperanzada, llena de promesas por cumplir.


—No tengo ninguna intención de dormir en él. 







FIN

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