lunes, 25 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 34

Recordó el primer taxi que tomó en Londres hacía unos días; entonces, estaba llena de ilusión y entusiasmo. Ahora, en sólo unos días, había envejecido siglos.


—Supongo que has visto ese horrible programa, ¿Verdad? —comentó ella recostando la espalda en el respaldo del asiento.


—La mayor parte.


—Y mi madre, y sus amigas...


—Lo más probable es que lo hayan encontrado divertido —dijo él rápidamente.


—El público sí que se ha divertido.


—Pero tú no, ¿Verdad?


Paula se estremeció.


—Tienes frío, ¿No? —al momento, Pedro pareció furioso—. ¿Cómo han podido dejarte salir de allí con el pelo mojado y con este frío?


—No ha sido culpa suya. Una chica quería prestarme un secador.


—¿Y por qué no te has secado el pelo antes de salir?


—Dímelo tú, Pedro. Has sido tú quien tenía este coche esperándome a la puerta. 


-Puede que no haya sido la mejor forma de retomar una relación, teniendo en cuenta que no le habías visto desde hacía tiempo —dijo Pedro al cabo de unos momentos de consideración—. ¿Ha cambiado mucho?


—¿Iván? —Paula medió unos segundos.


Sí, había visto cambios en él. Llevaba ropa cara, aunque horrorosamente chillona, el bronceado disimulaba su palidez natural y ya no llevaba gafas, sino lentes de contacto; pero ésas eran cosas superficiales. Pensó en cómo Vanina le había controlado, y él se había dejado.


—No tanto como él piensa que ha cambiado —declaró Paula por fin—. Yo solía ir detrás de él para asegurarme de que hacía lo que tenía que hacer y estaba donde debía estar. La única diferencia que puedo ver es que yo lo hacía gratis y ahora paga a una ayudante para que lo haga.


Paula consiguió sonreír y añadió:


—La verdad es que, si se lo pidiera, ella también lo haría gratis.


Así que Paula era capaz de algo tan humano como los celos, ¿No?


—¿Cómo es? Me refiero a la ayudante.


—Guapísima. Pelirroja, muy delgada y con unos ojos tan increíblemente aguamarina que sospecho que las lentes de contacto de color tienen algo que ver en el asunto.


—Así está mejor.


—¿Qué?


Pedro sonrió maliciosamente.


—La crítica siempre es una buena señal. Y casi te has reído.


—Sólo de mí misma. He hecho el ridículo, ¿Verdad?


—No, Paula. Él ha progresado y te ha dejado atrás. Suele ocurrir.


—Pues no tenía derecho a dejarme atrás. Si no fuera por mí, seguiría eligiendo los discos del club de juventud local.


—Oh, vamos... 

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