miércoles, 13 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 9

Paula sabía por experiencia que la posibilidad de beberlo aún caliente era muy remota, pero iba a ser un día muy lago e incluso agradecería un café frío. Miró el reloj que había encima del dintel de la chimenea. Pasaban unos minutos de las once. Pedro volvió a su escritorio, dejó apoyado en él el bastón y se sentó en su sillón antes de tomar unas hojas de papel con anotaciones. Al otro lado del escritorio, ella se dió cuenta de que Pedro era más joven de lo que al principio había creído. Las plateadas sienes y los huesudos rasgos le habían hecho calcularle unos cuarenta años, pero ahora veía que era más joven, aunque no sabía cuánto más joven. ¿Había estado enfermo? ¿O había sufrido un accidente y por eso se ayudaba de un bastón para caminar? No tuvo tiempo para meditar más sobre las diferentes posibilidades porque, en ese momento, él comenzó a dictar. Pedro empezó a dictar despacio; pero después de unos minutos, se dió cuenta de que ella le seguía sin ninguna dificultad. Más aún, parecía estarle esperando.


—¿Te importaría leerme lo que te he dictado, Paula? —preguntó Pedro.


Aún no estaba convencido de la profesionalidad de esa chica, seguía inclinado a pensar que se trataba de una broma de su hermana, y prefería descubrirlo cuanto antes. Paula le leyó lo que él le había dictado sin vacilar.


—Puede ir más rápido si quiere. Soy capaz de taquigrafiar ciento sesenta palabras por minuto.


Él se la quedó mirando.


—¿En serio?


Paula notó la incredulidad de su voz. ¿Acaso ese hombre no se fiaba de su propia hermana?


—En serio —respondió ella.


Y para enfatizar la contestación, se hizo una cruz en el pecho con una mano. Pedro tragó saliva. En otra mujer, ese gesto habría sido abiertamente sexual. Pero se había equivocado tanto en sus presunciones respecto a esa chica que ya no sabía qué pensar.


—Increíble —murmuró Pedro, sin saber si el calificativo se debía a la velocidad en la taquigrafía o a la chica en sí. No obstante, podía haber otro problema—. ¿Sabes mecanografiar?


—No tendría sentido que no supiera —respondió ella sencillamente y con expresión solemne, mirándole a través del cristal de las gafas con esos ojos grandes y marrones—. ¿No le parece?


—No, supongo que no —respondió él, desconcertado al descubrir que quería pedirle disculpas por haber dudado de ella.

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