viernes, 22 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 29

Paula no era tonta, en absoluto; pero era vulnerable e inocente, mucho más que la mayoría de las mujeres de su edad. Y eso le tenía muy preocupado. Aunque era un misterio para él el motivo por el que le preocupaba tanto. En cualquier caso, las penas de amor no eran fatales. Él mismo era prueba viva de ello. Pedro aceleró el paso, ya había desperdiciado demasiado tiempo preocupándose por Paula Chaves. Pero, cuando entró en la cocina aquella tarde en busca del periódico y la vió allí, se arrepintió de haberle sugerido que se comprara algo especial para salir aquella noche. Había supuesto que se pondría algo sexy para salir delante de la cámara y para atraer la atención de Iván Blake. Sin embargo, ella había elegido un jersey de un delicado tono melocotón, un tono que se reflejaba en esos labios llenos por los que asomaba la punta de la lengua entre los dientes mientras cosía. Tenía aspecto suave y amoroso, como un osito de peluche. No obstante a pesar del repentino nudo que se le hizo en la garganta y la inesperada aceleración de su pulso, Pedro notó que aquella ropa sólo ensalzaba su falta de sofisticación.


—Pensaba que ya te habrías marchado —dijo Pedro.


Ella lo miró por encima del borde de las gafas antes de volver a clavar los ojos en la aguja.


—Debería haberlo hecho, pero se me ha caído un botón del abrigo. Marcela me ha prestado su caja de costura.


Tenía el rostro tan iluminado como uno de los carteles de neón en Piccadilly Circus, y el pelo recogido en una especie de moño en un intento de sofisticación. Quiso decirle que no fuera. Advertirle... ¿Qué? Paula no podía ser tan inocente. Pero Pedro se sacó la cartera, extrajo un billete de veinte libras y se las ofreció.


—Por si acaso.


Ella lo miró perpleja.


—¿Por si acaso qué?


—Por si necesitas tomar un taxi para volver a casa.


—Pero...


¿No tenía intención de volver esa noche? 


—Iván me traerá.


¿Acompañarla a casa como todo un caballero?


—No me cabe duda de que lo hará, pero no está de más tomar precauciones en caso de que surja algo inesperado. Las cosas no siempre salen como esperamos que salgan.


Marcela, que estaba detrás de él, le tocó un brazo y, asintiendo con la cabeza, aprobó el quijotesco gesto.


—Pedro, tienes el periódico en el estudio. La chimenea está encendida.


Diez minutos atrás, eso era lo único que quería Pedro; ahora, las palabras de su ama de llaves le hacían sentirse como un anciano de noventa. Pero no era viejo ni tampoco un inválido y, como si con ello quisiera demostrarlo, subió las escaleras, a gran velocidad, ignorando el dolor de la rodilla. ¿Qué intentaba demostrar? El hecho de que una joven bonita con las hormonas revueltas estuviera en su cocina... En su dormitorio, se pasó una mano por el rostro. Nunca más. Se lo había prometido a sí mismo. Se miró al espejo y lo que vio le dejó perplejo. ¿Qué había visto su hermana al mirarlo? Ahora ya no le extrañaba que estuviera preocupada por él, tenía treinta y cuatro años, pero parecía a punto de cumplir los cincuenta. 

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