miércoles, 20 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 23

Tenía las gafas en el dormitorio y casi se pegó el papel a la nariz para poder leer lo que decía. Sin embargo, no le hicieron falta las gafas para ver que Iván no le había dejado ningún teléfono personal, sólo el de la oficina. O quizá la secretaria, que podía ser la misma persona con la que había hablado por teléfono, intencionadamente no lo había hecho. O quizá se estuviera engañando a sí misma. Y también podía ser que no tuviera ninguna gana de verla. Un bostezo acabó por convencerla de que era hora de acostarse. Paula tenía por costumbre acostarse pronto y levantarse temprano. Le despertó el ruido del tráfico y tardó un momento en recordar dónde estaba. Sí, estaba en Londres, tenía un trabajo nuevo y, optimista por naturaleza, sabía que pronto vería a Iván. ¡Un mensaje a través de una secretaria! ¿A quién quería impresionar? Miró el despertador que había puesto para que le despertara a las siete. Eran las seis, pero ya había dormido suficiente. Saltó de la cama y se puso el chándal. El día no había abierto aún cuando salió de la casa; pero cuando llegó al parque, notó que el cielo empezaba a adquirir un tono rosado y que la escarcha brillaba sobre la hierba. Hacía frío y le salía vaho de la boca, pero aquel lugar era precioso. 


Pedro también se había levantado temprano y pasó media hora en el gimnasio que tenía en el sótano de la casa. Había descuidado el ejercicio, hecho que su pierna llevaba recordándole un tiempo. Vió a Paula cuando salió de la casa y estaba en la cocina, esperándola, cuando volvió. Abrió la puerta trasera de la casa, la de la cocina, y la llamó.


—Paula, he preparado té. Ven a tomar una taza.


Ella vaciló, respirando pesadamente. Cuando se volvió y empezó a caminar hacia él, a Pedro se le ocurrió que más que una invitación había parecido una orden.


—¿Prefieres un zumo de naranja? —le preguntó Pedro después de que Paula entrase y cerrase la puerta de la cocina—. Sírvete tú misma lo que quieras.


—Gracias.


Paula se sirvió un vaso de zumo en un vaso que ya estaba encima de la mesa. Pedro Alfonso tenía un aspecto muy diferente por la mañana, con esa vieja camiseta empañada en sudor, el pelo revuelto y el rostro enrojecido por el ejercicio. Se le veía más grande y mucho más vital que con el traje. Pero no se había equivocado respecto a esos hombros, eran enormes.


—¿Por dónde has ido? —le preguntó él. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario