miércoles, 6 de julio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 62

Paula respiró hondo varias veces, mientras él permanecía mirándola fijamente.


—No puedes elegirme. Tú no eres así.


La realidad fue abriéndose paso a través de la euforia. No, no podía elegirla a ella, pero no porque fuera una buena persona.


—Presta atención a tu matrimonio, Pedro. Intenta salvarlo o ponle fin, pero hazlo por tus propias razones. No te escudes en mí para tener una excusa o para llevarte un premio. Pregúntale a Micaela qué es lo que quiere. Se lo deben el uno al otro.


Con toda la dignidad de una diosa, tomó su bolso, se levantó de su asiento y se fue sin mirar atrás. Él se quedó sentado, con las manos sobre la mesa, pendiente de que la campanilla de la puerta anunciara la salida de su vida de la mujer que ocupaba su corazón. «Derecho, izquierdo…». Le resultaba difícil dar un paso detrás de otro después de atravesar la puerta y salir de la vida de Pedro. Deseaba darse la vuelta y volver corriendo al café. Siguió caminando hacia su coche. Se iría a casa, haría las maletas, pediría un taxi y se iría al aeropuerto. No podía permanecer en Hobart. No podía quedarse cerca de Pedro Alfonso. Aunque durante el último año había descubierto tener una fuerza oculta, todo tenía un límite. Su corazón se había encogido cuando le había dicho que le pidiera que escogiera. Llevaba toda la vida esperando a un hombre que le planteara opciones en vez de decirle lo que tenía que hacer, que le pidiera su opinión en vez de indicarle cuál debía ser. Y cuando lo encontraba, resultaba ser un hombre al que no podía tener. Nunca le pediría que eligiera. Eso no estaría bien ni sería justo. Simplemente le habría gustado que él hubiera tomado la iniciativa, que hubiera tomado la decisión en vez de pedirle a ella que decidiera. Porque eso era lo que realmente había significado aquel «Pídeme que elija ». Quería decir que eligiera por él y esa era una decisión que no le correspondía. Estaba unido a otra persona, independientemente de cómo se estuviera comportando con él. Llegó al estacionamiento. Justo al desactivar el sistema de cierre de su coche, oyó otro sonido.


—Paula…


Se quedó de piedra, con las llaves en la mano, de espaldas a él y con los ojos cerrados. Estaba muy cerca de ella.


—Tienes razón. Tomé este camino hace años y no puedo deshacerlo.


—Lo sé.


—Ella forma parte de mi familia.


—Lo entiendo —replicó con los ojos clavados en el capó de su coche.


—Me ha dado su vida.


Quiso corregirlo diciendo que parte de ella. Se sentía tentada a contarle lo que sabía. A Micaela no le debía nada, pero acabaría rompiendo una relación entre hermanos además de un matrimonio. Daría la sensación de que lo hacía para separarlos y quedarse con Pedro.


—Te mereces más… —dijo junto a su nuca.


Paula sintió que se le ponía la carne de gallina y contuvo el aliento.


—Necesitas un hombre libre que pueda amarte como te mereces — concluyó Pedro.


Paula sintió dolor en su pecho y apoyó las manos en el coche en busca de apoyo.


—Va a ser difícil —murmuró ella.


Pedro dió un paso hacia delante y con su pecho rozó la espalda de ella.


—Va a ser un infierno —susurró junto a su oído.


Paula tragó saliva para mantenerse fuerte y no recostarse en él. Pero no funcionó. 

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