viernes, 15 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 13

Paula oyó la puerta del despacho de él cerrarse y relajó los hombros. Lo que le producía rigidez en los músculos era la tensión, no podía ser otra cosa. Sacó un pañuelo del bolso y se sonó la nariz. ¡Llorar! ¡Qué ridiculez! Ella no lloraba nunca. El día anterior todo le había parecido tan sencillo... Demasiado sencillo. Si su madre no le hubiera obligado a hacer esa promesa... ¡Ojalá no hubiera sido tan estúpida de creer que nada podía salir mal! Parpadeó, se enderezó, guardó el pañuelo y forzó una sonrisa cuando Marcela volvió a aparecer con una bandeja. Se puso de pie al instante para abrirle la puerta.


—Gracias, señorita Chaves.


—Oh, por favor, llámeme Paula y tutéeme —Marcela asintió; reapareció al momento—. Le enseñaré el baño, ¿De acuerdo? Supongo que querrá lavarse las manos antes de comer.


—Siento molestarle. Saldría a comer fuera, pero el señor Alfonso tiene prisa y...


—Pedro siempre tiene prisa —dijo Marcela—. Algunos hombres no aprenden nunca. Además, no es ningún problema, te lo prometo. ¿Qué te apetece comer?


—Cualquier cosa. ¿Qué le ha preparado al señor Alfonso? —preguntó Paula intentando no ser una molestia, con la intención de dar el menor trabajo posible.


—Salmón ahumado. ¿Te apetece? 


Paula parpadeó. ¿Salmón ahumado? Lo había probado una vez, en la fiesta de jubilación del abogado para el que había trabajado, y aún no sabía si le gustaba o no. Casi no podía creer que se hicieran bocadillos de salmón ahumado.


—Un bocadillo de queso me servirá —dijo ella con firmeza.


Marcela esbozó una cálida sonrisa.


—Veré qué puedo hacer. Ven, voy a enseñarte el baño. Luego, cuando estés lista, ven a la cocina, allí comerás más tranquila.


Las paredes del baño eran de mármol, el suelo estaba alfombrado, había un enorme espejo encima del lavabo y toallas espesas. No tenía nada que ver con el baño de la oficina en la que había trabajado hasta ahora, la clase de oficina a la que volvería inmediatamente si Juliana no aparecía pronto. Después, cuando se secó las manos con una de las suaves toallas, se rehízo la trenza, volvió a ponerse carmín de labios y fue a la cocina.


—Siéntate, ponte cómoda —dijo Marcela.


—Debería seguir trabajando en el informe...


—Que Pedro no se levante nunca de su escritorio no quiere decir que tengas que seguir su ejemplo. Además, no puedes comer y mecanografiar al mismo tiempo, ¿No te parece? —Marcela le indicó con un gesto que sesentara a la mesa.


Marcela era alta, elegante, y sus cabellos canos tenían un corte perfecto. No se parecía en nada a la idea que Paula tenía de un ama de llaves. Aunque la verdad era que ella nunca antes había visto a un ama de llaves.


—No, supongo que no. Pero tengo que hacer un par de llamadas. El señor Alfonso me ha dicho que puedo utilizar el teléfono.


—Si son llamadas personales, ¿Por qué no utilizas mi teléfono? De ese modo, no podrá interrumpirte aunque quiera. 

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