miércoles, 6 de julio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 65

Miró su copa vacía y decidió servirse otra. No le gustaba beber mientras trabajaba, pero decidió hacer una excepción. Apretó el botón de reproducción de la segunda parte de la grabación y se levantó para ir a la cocina a buscar la botella de vino. Recordaba cómo empezaba aquella conversación. Le había pedido que le contara cómo había empezado a trabajar en la unidad de rescate. Le había parecido lo más seguro después de las conversaciones previas y de volar las cometas. De nuevo estaban en un sitio público, un restaurante. Empezó a servirse el vino en la copa, pero de pronto se quedó de piedra, de espaldas al ordenador, con la mirada fija en la ventana.


—Paula, estoy grabando esto mientras estás en el baño. Quería disculparme otra vez por lo de hoy. Me refiero a las cometas. No he podido dejar de pensar en lo que ha pasado.


Cerró los ojos y se sujetó a la encimera. Seguía sin darse la vuelta.


—No sé cómo explicarlo, solo sé que me das fuerzas y que contigo quiero detener el tiempo para que dure más. Haces que me ría y me desespere al mismo tiempo, pero me gusta. Quiero enseñarte todas las cosas que tus padres no te enseñaron y que sepas que eres capaz de hacerlas.


Paula apretó con tanta fuerza la encimera que se partió una uña. Abrió los ojos y fijó la mirada en la oscuridad exterior, mientras seguía escuchando.


—Lo que hay entre nosotros es extraño, pero no es insuperable. Nos respetamos mutuamente y nos admiramos. Somos amigos y eso es importante. Es algo que merece la pena y que hay que proteger. Me habría gustado tener esta conversación contigo en persona, pero… Me siento aturdido cuando estás aquí. Las cosas que intento decirte no me salen bien. Pero sé que en algún momento oirás esto y tal vez me entiendas mejor. Espero que te des cuenta de que mis intenciones son buenas. Entonces, quizá podamos hablar de ello.


Se oyó el ruido del restaurante, antes de que Pedro continuara hablando, esta vez más deprisa.


—Ya vuelves. Paula, pase lo que pase en el futuro, quiero que sepas que siempre puedes contar conmigo. Siento que no acabé de salvarte aquel día en la A-10. Espero que sonrías cuando oigas esto. Al menos, espero que no llores. Nunca te he visto llorar y espero no verlo nunca. 


Se oyó un clic en la grabación y un instante en silencio antes de volver a oír su propia voz.


—Muy bien, Pedro. Cuéntame por qué empezaste a trabajar en la unidad de rescate.


Pero Paula ya no estaba escuchando y mucho menos sonriendo. Sentía un profundo dolor y se aferró a la encimera como si fuera su tabla de salvación. ¿Por eso le había preguntado en Melbourne si se marchaba por lo que había dicho en la grabación? ¿Pensaba que escucharía aquellas palabras y nunca lo reconocería? «Siento que no acabé de rescatarte aquel día en la A-10». Cerró los ojos. Aunque no había oído las palabras de Pedro antes, coincidían con sus sentimientos. Se había esforzado mucho en conseguir su independencia, en controlar sus actos y sus pensamientos, y aquella simple frase la había conmovido. Quizá no tuviera sentido estar sola. Quizá la fuerza viniera de dos personas sujetándose la una a la otra. Pero, si no estaban hechos el uno para el otro, ¿Entonces qué? La voz de Pedro continuó resonando a sus espaldas mientras contestaba sus preguntas en la grabación. Sus nudillos seguían blancos. Estaba decidida a no moverse de donde estaba en la cocina hasta que no estuviera segura de que sus piernas pudieran sujetarla. 

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