lunes, 4 de julio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 56

Su cabeza era la única parte de su cuerpo que no le decía que regresara y que deshiciera lo que acababa de hacer, que tomara la mano de Paula y se la llevara a un lugar remoto, lejos de Hobart, de su familia y de sus votos matrimoniales, allí donde pudieran estar siempre juntos. Pedro apretó los labios y miró el reloj. Habían pasado diez minutos. Si Federico no había conseguido despertar su interés en ese tiempo, entonces no se merecía la oportunidad.


Paula dedicó toda su atención a Federico y esbozó su mejor sonrisa. Pedro había salido del restaurante de una forma precipitada, comportándose de un modo extraño. Sintió una punzada en el estómago y entonces cayó en la cuenta. Aquello era una trampa. Pretendía emparejarla con su hermano. Pedro, el hombre por el que sentía una fuerte atracción, añadía otro obstáculo a la situación. Sonrió, dijo algo sin mucho sentido y su cabeza continuó dando vueltas. Si su esposa no era suficiente para que ella olvidara sus sentimientos, ¿Qué le hacía pensar que lo conseguiría con su hermano, por muy guapo que fuera? Colocó la grabadora en el centro de la mesa. Aquella entrevista no iba a servir de nada, pero decidió continuar con ella hasta el final. 


—Así que crecisteis en una gran familia. ¿Cómo fue la experiencia?


—Nunca se le ha dado bien la sutileza —respondió él, inclinándose hacia delante.


Aquella era una extraña contestación, pero Paula no le dió mayor importancia.


—Es difícil imaginármelo. Yo soy hija única.


—Su intención es buena, Paula.


Ella frunció el ceño. ¿Estaban manteniendo la misma conversación?


—De niño, ¿Era competitivo?


—No te ofendas, pero a mí tampoco me interesa que me emparejen.


Aquello llamó su atención y miró a Federico directamente a los ojos.


—Entonces, ¿Por qué estás aquí?


—¿Quieres saber la verdad? Sentía curiosidad.


—¿De qué?


—De esta mujer que no hace más que salir en nuestras charlas. De por qué quiere emparejarme con una de sus amigas y qué es lo que hace que seas tan especial.


—¿Y?


—Ahora, siento más curiosidad todavía. Se han preparado el café como si fueran una vieja pareja, perfectamente coreografiados.


Ella rió y le quitó importancia. 


—Nos hemos tomado muchos cafés juntos.


—Es evidente.


—Pero eso es todo lo que hemos compartido, si eso es lo que quieres saber.


—No estoy juzgando nada, tan solo trato de entender.


—¿Iba a intentar emparejarme contigo si hubiera algo entre nosotros?


—Eso es exactamente lo que haría. Así es Pedro.


—Quizá solo piensa que nos llevaríamos bien.


—Seguro que sí, pero no creo que lo haya hecho por eso.


—Entonces, ¿Por qué? 

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