lunes, 25 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 35

 —¡No te pongas paternalista conmigo! —Paula estaba enfadada, realmente enfadada—. No soy una pueblerina imbécil enamorada del primero que me sonrió en el patio del colegio. Iván Blake no ha progresado, Pedro, yo le empujé. Él mismo lo ha admitido esta noche al pedirles a sus amigos que fueran amables conmigo, que fui yo quien le puso en el camino de la fama.


Pero también había permitido a Vanina que hiciera una broma de eso. El rostro le enrojeció al recordarlo.


—En ese caso, no lo comprendo. ¿Por qué no estás ahí ahora? ¿No has dicho que Ivi va a dar una fiesta para celebrar el lanzamiento del programa?


—Sí, pero pensaba que iba a ser en el estudio, que iba a ser una fiesta informal —Paula se indicó la ropa.


—¿Y no lo es?


—No. Y a Vanina se le ha «Olvidado» decirme que iba a ser en un club de moda. Vanina...


—¿La ayudante guapa?


—Vanina debería haberme dicho que trajera ropa para cambiarme después del programa.


—Pero no lo hizo.


—Las mujeres que han llegado para ir a la fiesta estaban casi desnudas. Una de ellas llevaba un escote hasta aquí... —Paula se señaló la cintura—. Y otra llevaba un vestido que se le transparentaba todo. Y otra...


—No sigas, me lo imagino —Pedro le agarró una muñeca mientras Paula gesticulaba dramáticamente.


Paula paró, lo miró y, de repente, le sobrevino un sollozo.


—¡Oh, maldita sea! ¡Maldita sea! Me he prometido a mí misma nollorar...


Pedro no sabía cómo había llegado a abrazarla, pero se encontró con los brazos alrededor del cuerpo de Paula mientras las lágrimas de ella le empapaban la camisa. Los sollozos sacudían el cuerpo de ella mientras él murmuraba palabras para tranquilizarla, aunque no sirvieron de nada.


—¡Oh, Dios mío! —Paula se apartó de él bruscamente, sorprendiéndolo—. ¡Cómo es posible que esté llorando!


Con enfado, Paula se secó las lágrimas y continuó. 


—La verdad es que no me importa...


—Eh, cálmate —dijo Pedro ofreciéndole un pañuelo, con el que Paula se corrió el rímel por los ojos—. Lo que necesitas es...


—Si me dices que lo que necesito es una taza de té, Pedro, te prometo que te doy un puñetazo —le advirtió ella.


Lo que necesitaba era justo una taza de té, pero como Pedro no podía ofrecérsela, se inclinó hacia delante y abrió el pequeño mueble de las bebidas que tenía instalado en el coche.


—Coñac —dijo Pedro levantando una botella de muestra de coñac que sirvió en dos copas—. Toma, te calentará un poco. Nos vendrá bien a los dos.


Luego, se miró el reloj. Las diez y media. La noche apenas había empezado.


—¿Sabes en qué club es la fiesta?


—Spangles —respondió Paula antes de beber un sorbo de coñac.


Paula tosió cuando el licor le pasó por la garganta.


—Claro —Pedro consideró las posibilidades—. No es muy tarde. Te da tiempo a que lleguemos a casa, cambiarte y reunirte con ellos en el club.


—¿E ir a un club por la noche yo sola? —Paula bebió otro sorbo de coñac—. No, ni hablar.


Paula esperó. Se encogió de hombros y añadió:


—Además, he dicho que tenía planes para esta noche.


Y había salido de allí con la cabeza bien alta. 

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