viernes, 8 de julio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 69

 —Paula, si quieres que me vaya, dímelo —dijo él inclinándose hacia la chimenea—. No he venido a disgustarte. Solo quiero decirte una cosa.


—Por supuesto que me disgusta. He recorrido un largo camino para buscar mi equilibrio y lo has estropeado. Ahora, este sitio, mi pequeño santuario, me recordará a tí. Pero el daño ya está hecho. Dí lo que tengas que decir y vete, aunque no sé qué te quedó por decir la última vez que nos vimos —dijo cruzándose de brazos desde el otro lado de la isla de la cocina.


—El día del accidente me contaste una historia sobre una mujer llamada Dora que vino siendo adolescente y que se fue al interior con un hombre al que apenas conocía. Me contaste lo mal que lo pasó y lo decidida que estaba a cumplir con su compromiso.


—Lo recuerdo. 


—La manera en que hablabas aquella noche y las cosas que dijiste me hicieron creer que valorabas mucho la integridad, que pensabas que cumplir un compromiso era un rasgo que admirabas —dijo y ella asintió—. Entonces, ¿Por qué creo que te sientes defraudada por respetar mi compromiso con Micaela y seguir adelante con mi matrimonio? Es como si me estuvieras castigando por ello.


No le sorprendía que sacara aquel tema. Era la compleja paradoja a la que se enfrentaba a diario.


—Respetar tus valores y que te gusten, son cosas diferentes.


—Sigo viendo decepción en tus ojos.


—No es decepción. Aquel día en la montaña me dijiste que nunca dejabas las cosas sin terminar. Tu matrimonio no es diferente. Admiro tu determinación a hacer que tu matrimonio funcione.


—¿Pero?


—Pero creo que has cometido un error.


—¿Cómo?


«Porque Micaela no se está esforzando tanto como tú».


—¿Y si no están destinados a estar juntos?


Quizá la moraleja que debía sacar de la historia de Rosa era que tenía que luchar por lo que quería en vez de dejarlo correr. Tan solo había tardado una hora en darse cuenta de que lo que quería era pasar su vida al lado de Pedro.


—Entonces, cometí un error hace diez años al casarme con Mica. No sería serio que me limitara a respetar el compromiso cuando las cosas van bien.


—¿Y si soy yo la persona con la que deberías estar?


Era lo más directo y sincero que le había dicho nunca a nadie.


—¿Crees que no me he preguntado lo mismo? Solo de pensarlo me sentía infiel. Luego empecé a culparme. ¿Y si mi matrimonio no funcionaba por mi culpa? ¿Y si nuestra falta de comunicación era culpa mía? ¿Y si eras la excusa para poner fin a mi matrimonio de una manera cobarde? Al final, empecé a dudar de todo —dijo y la miró antes de continuar—. Me aproveché de tí, Paula. Te mezclé en mis problemas y te usé de excusa para evitar enfrentarme a ellos. Me dejé llevar por la atracción que había entre nosotros y me inventé cien excusas para justificarlo. Pero se han acabado las excusas. Lo siento mucho. Eso es lo que he venido a decirte. 


—¿Por qué me lo dices ahora? —preguntó ella, sintiendo el corazón en la garganta.


—Porque antes no era libre para decirte algunas cosas.


Instintivamente dirigió la mirada a su mano, a tiempo de recordar que le había dicho que la alianza matrimonial la llevaba colgada del cuello. Tampoco allí vió el anillo. 

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