lunes, 4 de julio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 58

 —Porque yo lo necesitaba —contestó y tragó saliva antes de contestar—. Se vino a vivir aquí con ella al poco tiempo para que le resultara más fácil a Micaela.


—Y quizá a tí también.


—Y a él también. No importa ya, todo eso forma parte del pasado.


Se quedó mirándola y Paula tuvo la impresión de que estaba tratando de convencerse y de que a ella se le escapaba algo. Pero antes de que pudiera preguntarle nada más, Pedro apareció por detrás de ellos.


—Bueno, ¿Queda algún secreto? 


¿Qué había oído? Paula se había dado cuenta de que se había excedido al confiar en ella. Pero no le traicionaría, aunque no acabara deentender por qué lo había hecho. Forzó una sonrisa y agitó las manos en el aire.


—¿Quién iba a decir que eras un chico tan normal?


—Ja, ja —dijo Pedro y se sentó al lado de ella.


Paula se preguntó cuánto tiempo pasaría hasta que dejara de pensar en él cada vez que fuera a un café sola. Nada de lo que había oído cambiaba nada. Aunque el matrimonio de Pedro no fuera sobre ruedas, seguía siendo un matrimonio. Y, si había decidido emparejarla con su hermano, era evidente que tenía claras sus prioridades. De pronto, tuvo que esforzarse para que no se le notara la tensión en la cara.


—¿Va todo bien? —dijo Pedro desviando la mirada de ella hacia su hermano.


Paula tomó la grabadora y la apagó.


—Claro —respondió ella mientras guardaba el aparato en el bolso—. Hemos estado conociéndonos.


—Tenías razón cuando me dijiste que era brillante —dijo Federico y miró a Paula sonriendo.


—Es un placer charlar contigo.


Aun así, cambiaría una docena de conversaciones con Federico por una con Pedro.


—Tengo que irme —dijo Federico por fin—. Hasta la próxima, Pepe —añadió y después de abrazar a su hermano, tomó la mano de Paula y la besó—. Encantado de conocerte.


Le dirigió una mirada cómplice y ella inclinó la cabeza.


—Lo mismo digo.



Unos minutos más tarde, volvían a estar los dos solos, después de que el terremoto de Federico se fuera. Seguían sin concluir su conversación, pero Paula estaba dispuesto a conseguirlo.


—¿Cada cuánto viene a Hobart? —preguntó de manera casual.


Pedro entornó los ojos.


—Cada dos meses. 


—¿Por qué viene?


—Por negocios —contestó—. ¿Por qué? ¿Quieres hacer un hueco en tu agenda para su próximo viaje?


—Querías que nos conociéramos —dijo sin apartar los ojos de él.


—Pensé que tal vez congeniaran.


—Y lo hemos hecho. Es un hombre muy guapo.


Pero no tenía ni punto de comparación con su hermano, aunque se parecían mucho. Ambos eran brillantes, elocuentes y muy sinceros. Federico era atractivo, con cierto aire melancólico. Solo había sentido curiosidad al mirarlo a los ojos y una gran compasión al conocer los secretos de su pasado. La atracción que sentía por su hermano pequeño no era por genética. Así que tenía que intentarlo una vez más y hacerle la pregunta. Respiró hondo y se inclinó hacia delante.


—¿Por qué adelantaste tu vuelta de Melbourne, Pedro?


Solo había dos posibles respuestas. «Por mi esposa o por tí». No tenía ningún motivo para esperar que fuera por lo último pero, si no lo preguntaba, nunca lo sabría. A pesar de lo que había visto junto al río, creía en la sinceridad de lo que Federico le había contado cobre Pedro y micaela.



—No la adelanté. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario