lunes, 18 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 18

 —¿A quién si no?


—Querido, tú tienes la respuesta. Tienes espacio suficiente en esa casa para veinte secretarias si quieres. Ofrécele una de tus múltiples habitaciones de sobra. Además, así la tendrás a mano cuando se te ocurra alguna de tus brillantes ideas en mitad de la noche.


—No puedo... 


—¿Por qué no? En serio, Pedro, si lo que te preocupa es que piense que vas detrás de su joven y turgente cuerpo dile que eres gay.


—¡Lu!


—¿No? ¿Tu machismo no te lo permite? Bueno, en ese caso, tendrás que convencerla de que Marcela es una perfecta carabina, —y, dicho eso, Luciana colgó. 


Pedro colgó el auricular y miró a la chica que estaba sentada frente a él. La solución que Luciana había dado al problema era tan evidente que debería habérsele ocurrido a él. Paula lo miraba con expresión expectante y Max tragó saliva.


—Mi hermana lo ve todo muy claro —dijo él—. La respuesta es evidente, te hospedarás aquí.


—¡Aquí! —Paula enrojeció en un segundo—. ¿En tu casa? Pero eso...


Al instante, Pedro se dió cuenta de que su proposición parecía confirmar las sospechas de la madre de Paula sobre Londres en general y los hombres en particular, y rápidamente reconsideró su plan de instalarla enuna de las habitaciones de invitados. 


—Encima del garaje hay un departamento —dijo Pedro rápidamente—. No es una maravilla, pero es mejor que el puente de Waterloo.


Paula no podía creerlo. ¿Cómo se atrevía Luciana a llamar monstruo a su hermano? Pedro Alfonso era un verdadero encanto, y le dieron ganas de ponerse de pie de un salto, sentarse encima de él y abrazarlo. No obstante, la expresión de Pedro y su rigidez sugerían que no sería buena idea.


—¿Y bien? —le instó él al verla vacilar—. ¿A qué esperas? Quiero que ese informe esté en el Ministerio hoy mismo.


—Ahora mismo voy a pedir un mensajero —repuso ella.


Entonces, desde la puerta, Paula volvió la cabeza.


—Gracias, Pedro.


Él hizo un gesto impaciente con la mano, bajando la cabeza inmediatamente para volver a sus números y sus notas. 


El departamento era pequeño, pero tenía de todo. Una escalera de piedra a un lado del garaje conducía a una puerta que, una vez abierta, daba a un pequeño recibidor y luego directamente al cuarto de estar.


—Está muy bien —dijo Paula cuando, por fin, después del trabajo, Marcela la llevó allí. Pedro Alfonso tenía razón, no era una maravilla, pero era cómodo y valía diez veces más que cualquier cosa que ella pudiera pagar—. ¿Por qué está vacío?


—Hace años era donde vivía el chofer, el padre de Pedro se negó a aprender a conducir. Luciana y Laura querían que Pedro contratara un chofer después del accidente, pero él se negó rotundamente. Decía que, si quería salir, ya contrataría un chofer y un coche para la ocasión, o que tomaría un taxi. Aunque la verdad es que ya no sale casi nada.


A Paula y le hubiera gustado preguntar por qué, pero la otra mujer no le dió la oportunidad de hacerlo.


—Te he traído lo más indispensable; como pan, té, leche y esas cosas. Y el teléfono está conectado. Pedro ha dicho que llamar a tu casa, o a quien quieras, va con el trabajo.


—Es muy amable. 

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