miércoles, 20 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 24

Ella lo miró por encima del borde del vaso.


—No lo sé. He estado en un parque que ví ayer. Había una casa enorme y un estanque...


—La casa es Kensington Palace —Pedro casi se echó a reír al verle la expresión.


—¡Kensington Palace! —exclamó Paula, horrorizada—. Oh, Dios mío, dime que no he cometido allanamiento de morada.


—No lo haré si no quieres que te lo diga —pero la vió aún asustada—. No, no lo has hecho, Paula. El parque, Kensington Gardens, está abierto al público.


—Gracias a Dios —su alivio fue casi cómico—. El único problema ha sido que lo estaba pasando tan bien que he ido demasiado lejos.


—Sí, suele pasar. Yo también corría... En los tiempos en los que podía correr con cierto estilo.


Paula bebió un sorbo del zumo que se había servido.


—Fue un accidente de esquí —añadió Pedro, respondiendo a la pregunta que ella le había hecho con la mirada.


—Lo siento.


—No es para sentirlo. Fui yo el que tuvo suerte; al menos, eso es lo que me dijeron. Me costó una rodilla... Mi mujer y un viejo amigo mío murieron.


Los ojos de Paula se humedecieron, y Pedro esbozó una sonrisa irónica antes de continuar.


—No es tan terrible, Paula. En serio. Sólo me duele un poco cuando hace frío o cuando el ambiente está húmedo, por eso es por lo que me limito a hacer ejercicio en el gimnasio —Pedro se indicó la camiseta manchada de sudor. Luego, se maldijo a sí mismo por haberse puesto en situación de dar compasión—. El gimnasio está en el sótano. Puedes usarlo cuando quieras. Es mejor que salir a correr cuando hace este frío.


—Me gusta el frío —respondió ella, rechazando la invitación—. Pero si te duele la rodilla, quizá debieras ir a vivir a un lugar cálido y seco.


—Quizá. Y quizá será mejor que vayas a darte una ducha o empezarás a trabajar tarde.


¡Vaya un tirano! En fin, Marcela se lo había advertido. 


—No te preocupes, no voy a cobrarte las horas en las que no trabaje —contestó Paula al tiempo que se ponía en pie.


Sin perder un momento más, se marchó de allí. Pedro aún estaba mirando la puerta por la que Paula había salido cuando Marcela entró en la cocina.


—¿Hemos tenido compañía? —preguntó el ama de llaves.


—Sólo un poco de té y compasión, Marcela.


Marcela arqueó las cejas.


—Alguien ha tomado zumo de naranja.


—Y yo el té y la compasión —no podía seguir así, tenía que acabar con esa tontería—. Paula ha preferido tomar zumo al volver de correr por el parque. ¿Qué opinas de ella?


—¿De Paula? Es una chica encantadora. No se da aires de nada...


—¿Al contrario que las otras secretarias de Luciana?


—Sí, es completamente diferente, Pedro.


—¿Qué opinarías si te dijera que ha venido a Londres para estar cercade Ivi Blake?


Marcela dejó de limpiar la mesa y centró toda su atención en él.


—¿El de la televisión? —Pedro asintió y Marcela frunció el ceño—. Oh, Dios mío. ¿Qué clase de relación hay entre ellos?


—Al parecer, fueron al colegio juntos. No sé si es producto de mi imaginación, pero tengo la sensación de que está enamorada de él; o cree que lo está, que es lo mismo.


—En ese caso, será mejor que le compre varias cajas de pañuelos de papel, va a necesitarlos.


Pedro se encogió de hombros. 

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