miércoles, 13 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 10

Pero Pedro rechazó la idea inmediatamente, esa chica aún tenía que demostrar que era capaz de realizar el trabajo con profesionalidad. Así que continuó dictando un complicado informe; al principio, no muy de prisa; después, cada vez con más rapidez. Al final, dictó a una velocidad que debería haber dejado a Paula medio muerta. Y si era honesto consigo mismo, lo había hecho a propósito. Pero ella le siguió sin aparente esfuerzo, su pequeña mano volando sobre el cuaderno sin la menor vacilación, incluso cuando él le dictó cifras y nombres extranjeros. Y Pedro aumentó más aún la velocidad en un esfuerzo porque ella le pidiera que parase. Paula no lo hizo.


—Eso es todo por el momento —declaró Pedro en tono irritado. Cosa completamente ridícula, ya que había pedido una secretaria eficiente y eso era exactamente lo que tenía—. ¿Cuánto tiempo te va a llevar mecanografiarlo?


—Depende del programa del ordenador —respondió ella.


Y cuando Pedro le dijo el programa que era. Paula contestó:


—No hay problema, ya lo he usado —se miró el reloj—. Lo tendrá listo a las tres.


Eso era una ridiculez.


—Prefiero la exactitud a la rapidez —dijo él.


Paula no se molestó en discutir.


—Está bien. En ese caso, a las tres y cinco.


Paula se quitó las gafas y se puso en pie. Delante de la puerta, se detuvo y se volvió.


—Utilizaré los cinco minutos extras para preparar un té. El café se ha quedado frío.


Pedro se la quedó mirando. Las chicas de la agencia Garland no preparaban té. Pero Paula Chaves no era una Garland Girl. No, en absoluto. ¿De dónde demonios la había sacado su hermana?


—Si quiere, le prepararé uno también a usted.


—No. No, gracias, no será necesario. Si quiere, Marcela, mi ama de llaves, podrá prepararle lo que usted quiera —en ese momento, el reloj del dintel de la chimenea dio las horas—. Es más, como parece que se aproxima la hora del almuerzo, pídale que le prepare un bocadillo o lo que le apetezca. Como ha empezado el trabajo tarde, no le importará no parar para almorzar, ¿Verdad?


—No, en absoluto —respondió Paula.


Y Pedro, desconcertado, no supo si la respuesta había sido educada o irónica. 


—Me estaba preguntando qué iba a hacer respecto al almuerzo — añadió Paula—. Tener que trabajar soluciona el problema. 


Irónica. Definitivamente irónica.


Paula salió de la oficina y él la siguió.


—¿De dónde eres, Paula? —preguntó Pedro, arrepintiéndose inmediatamente de su curiosidad.


No estaba interesado en saber de dónde era esa chica. Sólo era una secretaria temporal, nada más. Después de unas semanas, desaparecería y jamás volvería a saber de ella.


—De un sitio que nadie conoce, cerca de Newcastle. Y hablando de Newcastle... ¿Sería posible que utilizara su teléfono para hacer una llamada? Se la pagaré.


¿Pagar? ¿Estaba ofreciendo pagar una llamada telefónica? Pedro empezaba a dudar de su oído. Durante las últimas dos semanas, las chicas que Luciana le había mandado, con sus ropas de diseño y su perfecta pronunciación, habían tratado su teléfono como si estuviera allí para ellas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario