lunes, 18 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 20

Paula notó la desilusión de su madre, y se dió cuenta de que debía haber pensado que era su día de suerte al enterarse de que Juliana estaba de vacaciones. Por fin, le dió el número de teléfono. Luego, antes de que su madre pudiera hacerle más preguntas, se apresuró a decir:


—Oye, mamá, tengo que colgar ya. Es una conferencia. Te llamaré mañana por la tarde. Y no te preocupes, ¿Vale? Adiós. 


Paula colgó el teléfono rápidamente. Había sido más fácil de lo que había creído. El teléfono sonó casi inmediatamente, y, a su pesar, sonrió.


—¿Diga?


—Sólo quería comprobar si había anotado bien el número de teléfono —le dijo su madre.


Sólo quería comprobar que no le había mentido.


—Buena idea, mamá.


—¿Y cuál es la dirección?


Paula se la dió, volvió a despedirse a toda prisa y colgó antes de que a su madre se le ocurrieran más preguntas. Después, tuvo que hacer un gran esfuerzo para resistir la tentación de acostarse inmediatamente antes de darse un baño. El baño la revitalizó y volvió a pensar en una tostada. Puso un par de rebanadas de pan en el tostador, puso a hervir agua y se preguntó si debería volver a llamar a Iván. El teléfono había empezado a sonar cuando oyó unos golpes en la puerta. Al parecer, Marcela había decidido llevarle algo de cena.


—Entra, Marcela —dijo Paula alzando la voz, sin moverse del teléfono.


No era Marcela, sino Pedro Alfonso. Abrió la puerta y entró en el pequeño cuarto de estar del departamento justo cuando Paula, con el pelo suelto cayéndole por los hombros, se volvió de cara a él. Al momento, el rostro de la chica enrojeció. Estaba atractivamente desarreglada, con una bata encima de camiseta muy grande cubriéndole las curvas que sólo servía para atraer la atención hacia unas bien formadas piernas con la clase de muslos que...


—Oh, Pedro. Creía que... —Paula se interrumpió y tragó saliva al darse cuenta de que, si se movía, se le abriría la bata, dejándola casi desnuda.


Con gran embarazo, colgó el teléfono, agarró el cinturón de la bata y se lo ató con un gesto decididamente dirigido a poner barreras más que a tentar. La reacción, de pura inocencia, resultó extrañamente tentadora. La mayoría de las mujeres que Pedro conocía, de ser sorprendidas en situación similar, habrían optado por el comportamiento contrario. Pero estaba empezando a reconocer que Paula Chaves no se parecía a ninguna de las mujeres que había conocido. 

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