viernes, 29 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 42

Paula vació su copa atrevidamente.


—Crees que estoy loca, ¿Verdad?


Pedro volvió a llenarle la copa.


—Claro que estás loca. Créeme, el amor y la cordura no tiene nada que ver, lo sé por experiencia.


Paula se lo quedó mirando. ¿Amor? ¿Quién había hablado de amor? Pero en ese momento se dió cuenta de que Pedro la estaba mirando fijamente... O al vestido que llevaba puesto.


—Debías querer mucho a tu mujer.


—¿Eso crees? La verdad es que aún no he conseguido averiguar si la quería demasiado o no lo suficiente —Pedro vació su copa.


Sintió un punzante dolor en la rodilla, un recordatorio permanente de las consecuencias de ser demasiado egoísta en el amor.


—Vamos, Paula, dejémonos de tonterías y vamos a bailar.


Pedro tenía gotas de sudor en la frente y una palidez en los labios repentina.


—¿Estás seguro? No tienes que...


—No es mi intención dar una demostración de cómo bailar el tango. No hay suficiente espacio.


—Yo sólo quería decir que...


—Si te prometo no caerme, ¿Te atreves a bailar conmigo? —insistió él impaciente—. Vamos, la mayoría de las veces me funcionan las dos piernas. Un poco de movimiento en la pista de baile es lo que me ha recomendado el médico.


Pero la valentonada de Pedro no la convenció del todo, y la pista de baile estaba a rebosar. No obstante, llevarle la contraria a Pedro Alfonso no era fácil.


—Perdona, Pedro.


Y para demostrarle que lo decía en serio, sonrió.  Aquella sonrisa fue lo que deshizo a Pedro. Estaba claro que Paula se arrepentía de haberle dejado convencerla de ir allí y que preferiría estar a salvo acostada en su cama. Y era natural, a nadie le gustaba que le hicieran sufrir.


—Paula, yo no te he dicho que esto fuera a ser fácil; pero si se quiere algo de verdad, hay que luchar por ello. De esa forma, uno se siente en paz consigo mismo porque se sabe que se ha hecho lo que se ha podido.


¿Por qué le estaba diciendo aquello? ¿Acaso no había aprendido la lección?


Paula se miró el vestido.


—Para ser alguien en busca de respeto a sí misma, me siento demasiado bien vestida.


—Estás encantadora. Preciosa. Soy la envidia de todos los hombres que están aquí.


Paula levantó la mirada y, por un momento, creyó que Pedro había hablado en serio.


—Idiota —murmuró ella, pero a pesar de la música Pedro la oyó.


—En eso estamos totalmente de acuerdo —dijo Pedro, suponiendo que el insulto había sido dirigido a él.


Entonces la agarró del brazo, la obligó a ponerse en pie y la llevó a la pista de baile. Hacía calor y había mucha gente, a penas espacio para moverse, así que no tuvo más alternativa que estrecharla contra sí. Paula no puso objeciones.

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