miércoles, 13 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 8

 —Bueno, alguien va a tener que pagarlo porque yo no me puedo permitir el lujo de viajar en taxi —dijo ella, obligándose a tomar una actitud de ataque. Y cruzó lo que le pareció un kilómetro de alfombra persa para dejar el recibo del taxi en el escritorio de Pedro Alfonso—. El recibo. Si tiene algún problema, será mejor que lo resuelva con su hermana.


Lo primero que Pedro pensó fue que aquella chica no podía ser una de las famosas Garland Girls de Luciana, carecía del estilo y de los exquisitos modales y aspecto por las que se las conocía. Ni siquiera era guapa. Tenía los ojos ocultos tras las gafas, pero la nariz era demasiado grande, al igual que la boca. En cuanto al pelo... Castaño claro, empezaba a salirse de las peinetas que lo sujetaban y la trenza se estaba deshaciendo. En cuanto a la ropa... Llevaba una blusa blanca bien planchada y una falda lisa de color gris que le llegaba a la rodilla, parecía un uniforme. Pero no, no tenía aspecto de colegiala, sino de secretaria antigua, incluidas las gafas. De repente, lo vió todo claro. Su hermana había decidido gastarle una broma, era su pequeña venganza. Evidentemente impaciente con el escrutinio al que estaba viéndose sometida, la chica dijo por fin:


—¿Le parece que empecemos ya, señor Alfonso? Su hermana me ha dicho que estaba desesperado...


Desesperado. Desolado. Vacío. Y más cosas.


—¿Cómo te llamas? —preguntó Pedro.


—Paula Chaves.


Paula no era nombre de mujer adulta.


—Muy bien, Paula —dijo él abruptamente. Cuanto antes desenmascarase el juego de Luciana, mejor—. Manos a la obra. No dispongo de todo el día.


—Estoy lista, señor Alfonso. Así que, si usted también lo está... 


Paula sonrió y, durante un momento, Pedro se quedó hipnotizado con aquella sonrisa. ¿Acaso sería verdad que era secretaria? Aún sin poderlo creer, todavía pensando que era una broma de su hermana, él se acercó a la puerta del pasillo y asomó la cabeza. No había nadie.


—¡Marcela!


—¿Sí, Pedro? —el ama de llaves salió de la cocina al pasillo.


—¿Paula Chaves ha venido sola?


—Sí. ¿Esperabas a alguien más? No dijiste que...


—¿Y no ha venido nadie más después? ¿Mi hermana, por ejemplo?


—¿Luciana? —preguntó Marcela—. ¿Por qué? ¿Iba a venir? ¿Se va a quedar a almorzar?


—No, pero... —se dió cuenta de que su ama de llaves lo miraba con expresión de extrañeza y sacudió la cabeza—. No, no espero a nadie más. ¿Te importaría traernos café?


Luego, se adentró de nuevo en el despacho y miró a Paula.


—Te apetece un café, ¿Verdad?


—Sí, gracias. 

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