lunes, 11 de julio de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 5

Pero, ahora, una vez allí, tenía la desagradable sensación de estar fuera de lugar. Sólo su obstinado orgullo se negaba a admitir la posibilidad de que pudiera no ser la primera en algo, lo que le impedía levantarse del asiento y marcharse de allí a toda prisa. Eso... e Iván. Si él había logrado lo que se proponía, ¿Por qué no ella también?


—Sí, tienes mucha suerte.


Luciana Garland estaba empezando a irritarla. La suerte no tenía nada que ver en eso, sino el trabajo. Había realizado su secretariado en una escuela de renombre y se había graduado con sobresaliente. Podía escribir en taquigrafía, sin esfuerzo, ciento sesenta palabras por minuto y mecanografiarlas con la misma facilidad. Y eso era lo que la había hecho llegar tan lejos.


—Bueno, no voy a entretenerte más. Le he prometido a Pedro que empezarías por la mañana. ¿Tienes sitio donde alojarte, Paula? —preguntó Luciana, mirando la maleta que Paula tenía en el suelo a su lado.


—Voy a hospedarme en casa de una prima hasta que encuentre un piso. La verdad es que tengo que llamarla para decirle que acabo de llegar... —iba a preguntar si podía hablar por teléfono, pero Luciana ya la estaba empujando a la puerta.


Luciana se detuvo delante de la entrada de la agencia.


—Paula, será mejor que te advierta que Pedro es muy exigente y que no admite que se tontee con él. Necesita desesperadamente alguien competente, una verdadera profesional de la taquigrafía. De no ser así... De nuevo, la duda.


—¿De no ser así? —repitió Paula.


Luciana arqueó las cejas, sorprendida por la franqueza de Paula.


—De no ser así, debo reconocer que no te habría considerado una candidata para el puesto.


—Me gusta la franqueza —respondió Paula, cansada de que la mirasen por encima del hombro.


Esa mujer podía guardarse el trabajo. Había cientos de agencias en Londres y, si la agencia Garland la había hecho ir desde Newcastle debido a su velocidad en la taquigrafía, lo más probable fuese que hubiera un buen mercado de trabajo allí.


—¿Tan terrible es mi ropa? —preguntó Paula con la sinceridad característica de la parte de Inglaterra de la que procedía—. ¿O acaso el problema es mi acento?


Los ojos de la señora Garland se agrandaron ligeramente y sus labios parecieron moverse.


—Eres muy directa, Paula.


—En mi opinión, es una ayuda, si es que quieres saber lo que la gente piensa. ¿Qué piensa usted, señora Garland?


—Pienso que... Que quizá seas apropiada para este trabajo, Paula —por fin, los labios de Luciana esbozaron una sincera sonrisa—. Y no te preocupes por tu acento, a Pedro no le importa eso en lo más mínimo. Lo único que le importará es cómo haces tu trabajo. Me temo que mi hermano es un jefe insufrible y, si quieres que te sea franca, me habría gustado que fueras un poco mayor. La verdad es que me siento como si te estuviera arrojando a un mar de aguas turbulentas.


¿Su hermano? Las mejillas de Paula se encendieron. ¿Luciana Garland confiaba en ella lo suficiente para enviarla a trabajar con su hermano?


—Oh. Yo creía que... —se interrumpió y esbozó una amplia sonrisa—. No se preocupe, señora Garland, sé nadar. Medalla de oro. En cuanto a mi edad, envejezco por minutos.


Luciana se echó a reír. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario