miércoles, 29 de junio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 50

Con quince años, se había quedado con el corazón roto y embarazada. A las pocas semanas Rosa se había casado con el hermano pequeño de Alberto, Jorge, un hombre responsable, tolerante y dispuesto a evitar un escándalo familiar. Habían formado un matrimonio sólido, viviendo en el hogar de los McMahon durante la guerra. Hasta el día en que Alberto recibió un disparo en un pie y volvió a casa convertido en un héroe.


—Vaya —dijo Paula, dejando las hojas de la transcripción sobre lamesa.


Paula se quedó estudiando el techo. Rosa había pasado cada día deseando a un hombre al que no podía tener y viviendo bajo el mismo techo. Le había roto el corazón a Jorge, viendo cómo trataba de ocultarlo. Aunque nunca había vuelto a tener nada con Alberto, respirar el mismo aire que él había sido una tortura para ella y su esposo, incluso después de recoger sus cosas e irse a vivir a Australia para huir de la influencia de su hermano. ¿Cuál era la moraleja que se podía sacar de la historia de Rosa? ¿Servía de advertencia contra el dolor de pasar tiempo con alguien al que se deseaba, pero que nunca se podría tener? ¿O un recordatorio del daño que podía causar a cualquier futura relación que pudiera tener? Cora había vivido setenta años con Jorge McMahon, que se había casado con ella obligado por sus padres, sabiendo durante todo ese tiempo que su corazón pertenecía a su hermano. A pesar del cariño que con el tiempo había surgido entre ambos, los dos habían sabido que no habían sido elegidos por el otro.  Aquello era terrible. Aun así, iba a incluir su historia en el libro. Rosa McMahon había entregado de buen grado su vida al hermano que no amaba. Tenía el mérito de haber hecho lo debido por su familia y su hijo. No se había dejado llevar por el hecho de que no era lo mejor para ella. En apariencia sorprendía por su pasividad, pero había una gran fortaleza en el modo en que había enfrentado a su incierto futuro y había llevado una vida bastante sensata, lo cual hacía que su vida fuera una historia perfecta para Navegantes. Había tomado sus propias decisiones y había asumido las consecuencias, a pesar de lo mucho que había sufrido. Paula recordó la agonía que había visto en los ojos de Rosa al revivir el día en el que se habían marchado del hogar de los McMahon con sus escasas pertenencias. Su mirada se había cruzado durante unos instantes con la de Alberto, mientras se despedían de la familia, y en aquel instante se había dado cuenta de que después de todo seguía queriéndola. ¿Cómo había podido aceptar no volver a verlo, no volver a hablar con él? 


Paula se quedó estudiando la fotografía amarillenta de Rosa y su hijo a bordo del barco que los había llevado hasta Australia. ¿Le había resultado un alivio o una forma de tortura? Recogió las páginas en las que estaba recogida la historia de Rosa y las sujetó con una goma elástica. El título eran las últimas palabras de la viuda en la entrevista: «Esto ha de olvidarse». 

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