viernes, 3 de junio de 2022

Enfrentados: Capítulo 71

Paula observó a Pedro hasta que este desapareció de su vista entre el público del centro comercial. Y la tristeza se apoderó de ella. Debería estar contenta. Había ganado. Se pondría en camino hacia California, para estar con su padre, para empezar una nueva vida. Y sin embargo, su corazón le decía que estaba renunciando a algo importante. Llamaría a su padre. Eso le haría sentirse mejor. Abrió el móvil y marcó el número ya conocido. Su padre contestó a la segunda llamada. Parecía más animado.


-Ya voy de camino a verte, papá -le dijo-. Voy conduciendo, así que tal vez me lleve unos días.


-¿Estás segura de que quieres hacer esto, cariño? Seguramente tendrás muchos amigos en Mercy -tosió antes de continuar-. Sabes, a tu madre siempre le gustó esa ciudad. Decía que era su base.


-¿De verdad?


-Sí. Hablamos de casarnos, de establecernos allí después de terminar en el ejército. Pero... Ya conoces la historia. Sea como sea, parece que es de esos sitios a los que uno toma cariño con el tiempo.


-Yo no dejo mucho atrás, papá.


Pero sintió como si estuviera mintiendo. En realidad estaba a punto de llorar.


-Te llamaré cuando esté en la carretera y ya te diré cuándo voy a llegar.


-Estoy deseando verte.


-Yo también. 


Paula colgó y se guardó el teléfono en el bolsillo. La conversación no había aliviado el dolor que tenía en su corazón ni un ápice. ¿Acaso habría cometido un error monumental al rechazar a Pedro? Unos golpes contundentes a la puerta de la caravana la asustaron. ¿Habría cambiado Mark de opinión? ¿Habría ido a verla una última vez? Abrió la puerta y se encontró con la señorita Marchand. En una mano llevaba una bolsa de la tienda de animales del centro, en la otra una correa con un cachorro peludo que movía la cola con frenesí.


-Supongo que sigue pensando en marcharse, ¿No? -le preguntó la señorita Marchand.


-Sí.


-Bueno, pues se supone que tengo que darle esto -le pasó la bolsa y la correa.


Paula tomó lo que le daba con expresión sorprendida.


-¿Un perro?


-Es un regalo -y dicho eso la señorita Marchand se dió la vuelta-. ¿Si vuelves a la ciudad, querrás pasarte a peinarme como a mí me gusta?


Paula sonrió.


-Desde luego -sintió un dolor en el pecho y se inclinó para agarrar a la señorita Marchand de la mano-. Voy a echarla de menos, y también a la señorita Tanner.


-No. Te olvidarás de nosotras.


Paula sacudió la cabeza.


-No creo que sea posible.


-Has sido como una nieta para mí, ¿Sabes? -dijo la señorita Marchand-. Ojala te vaya bien con tu nueva vida. 

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