miércoles, 1 de junio de 2022

Enfrentados: Capítulo 69

 -Ahora mismo no -dijo Gustavo.


En ese momento sonó el móvil de Gustavo. Contestó la llamada, dijo unas cuantas palabras y colgó.


-Qué casualidad. Era mi productor. El alcalde de Lawford va a dar una rueda de prensa anunciando su dimisión a las dos. Tengo que cubrirla. Lo siento.


Cinco minutos después el reportero se había marchado. Y seguían siendo cuatro en la caravana. Paula agachó la cabeza y suspiró.


-Bueno -empezó a decir Alicia-. Me alegro de que se haya ido.


Luis salió del baño y entró en la cocina. Abrió la nevera y empezó a rebuscar.


-¿Luis, querido? -dijo Alicia-. Es hora de tu batido.


Luis hizo una mueca y cerró la puerta.


-No.


-Son las doce y media, querido. Deja que... -fue a pasar junto a él pero Luis le echó el alto.


-He dicho que no. No pienso volver a tomar eso. Prefiero morirme diez años antes que tener que volver a tomar otra guarrería de esas -se puso derecho y Alicia retrocedió un paso-. Y otra cosa, Alicita - meneó un dedo en dirección a su esposa.


-¿El qué?


-No quiero esta maldita caravana. Ni siquiera nos gusta Florida. Hace demasiado calor, y hay muchos insectos. No sé cómo me dejé convencer para participar en este concurso -sacudió la cabeza-. Estoy cansado de estar jubilado. Es muy aburrido. No puedo pasarme todo el día sentado viendo tus culebrones y jugando a la canasta. Necesito estar ocupado -se volvió hacia Pedro-. Usted me ha enseñado algo, joven.


-¿Yo? -dijo Pedro. 


-Durante estos días he visto la pasión que muestra cuando se pone a trabajar con ese ordenador. Yo solía sentir lo mismo con mi negocio. Echo de menos esa sensación -Luis le puso a Pedro una mano en el hombro-. Independientemente de lo que elija hacer con su vida, no se olvide de lo que le da fuerza para levantarse cada mañana. Y no son las siestas y los batidos de fibra -hizo una mueca.


-¿Pero... Pero qué pasa con la caravana? -dijo Alicia.


-Nos vamos de este barco de secano ahora mismo, Alicita. Primero nos iremos de viaje, tal vez un tour por Europa, y cuando volvamos voy a montar un negocio con esas piezas de madera que he estado haciendo -asintió con determinación.


-¡Qué estupendo! -Alicia le dió un abrazo-. La verdad es que yo tampoco quiero la caravana. Pensé que la querías tú -lo abrazó otra vez-. Me alegro tanto de que vuelvas a ser el mismo de siempre, Luis.


-Entonces no perdamos más tiempo, querida. Ve a hacer la maleta.


Y dicho eso, diez minutos después Luis y Alicia abandonaron la casa rodante.


-Felicidades -le dijo Pedro-. Has ganado.


Ella sonrió despacio; tenía lágrimas en los ojos. 


-Sí, ¿verdad?


-Bueno, no oficialmente. Aún tengo que marcharme.


Pero Pedro no se movió. Paseó la mirada por el cuerpo de Paula. Lo que más deseaba en ese momento era abrazarla y besarla hasta que aceptara su proposición. No podía imaginar la vida sin ella, o no volverla a ver. Una vez que llegara a California y conociera a su padre, sin duda se olvidaría de él. El pertenecía al pasado que ella estaba tan deseosa de enterrar.


-Paula. 


Esa palabra bastó para que ella lo abrazara y empezaran a besarse. Pero mientras saboreaba sus labios, sintió su rechazo. Y momentos después se apartó de él.


-Bueno, menuda despedida -dijo con voz temblorosa-. ¿Entonces, qué vas a hacer? ¿Sin la caravana, cómo vas a conseguir el dinero para el negocio?


-No importa. Lo que importa es que vayas a ver a tu padre.


-Gracias -le dijo en voz baja-. No sabes lo mucho que esto significa para mí.


-Creo que lo sé -le tomó la mano-. Lo que he dicho antes de casarnos lo he dicho en serio, sabes.


-Lo sé -suspiró-. No puedo, Pedro.


-¿Después de lo que hemos pasado, sigues sin confiar en mí? -le preguntó.


Ella sacudió la cabeza. 

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