viernes, 17 de junio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 25

 Once meses más tarde…



Pedro miró de reojo a la mujer que tenía a su lado y se secó la humedad de la mano en el muslo derecho. Luego se irguió y se ajustó la corbata una vez más. Daría lo que fuera por estar en medio de una montaña y no allí, esperando. Al otro lado había un grupo de jóvenes y mayores, hombres y mujeres, profesionales y ciudadanos, todos nerviosos como él. Estaban esperando para saludar al gobernador y recibir sus medallas por actos de valentía. Una medalla por hacer su trabajo. Sacudió la cabeza. Había participado en seis rescates más desde que el coche de Paula Chaves había sido izado del barranco y la ambulancia enfilara a toda prisa por la A-10. No habían hecho falta las sirenas, otra buena noticia aquel día. Las sirenas se utilizaban solo en caso de que las emergencias fueran críticas, algo que no había ocurrido en el caso de Paula. Su coche había quedado siniestro. A juzgar por el brillo de la pintura y lo impecable que tenía el interior, era evidente que lo cuidaba con esmero. Era increíble cómo un coche tan pequeño había salvado su vida de un impacto como aquel.


—¿Alfonso? —preguntó una voz desde lo alto de unos escalones que se habían colocado provisionalmente—. ¿Pedro Alfonso?


Había llegado su turno. Al no contar con apoyo moral, se giró hacia la desconocida que tenía a su lado y arqueó las cejas interrogante. La mujer lo miró y lo animó con un movimiento de cabeza, antes de desearle suerte. Pedro se puso de pie y se estiró el traje en el que tan extraño se sentía. Pero Micaela le había convencido de que se lo pusiera. Le había dicho que iría, pero sabía que estaba muy ocupada en el trabajo. Sabía que habría estado allí a disgusto y eso era peor a que no estuviera. Al menos, eso era lo que había pensado en su momento.


—Por aquí, señor Alfonso —dijo una asistente, acompañándole hasta las cortinas del escenario. 


El galardonado anterior a él estaba justo en mitad del escenario, junto al maestro de ceremonias, mientras se mostraba una grabación de vídeo hecha con un móvil. En ella se veía al hombre, con las piernas colgadas al borde de un puente, rescatando supervivientes en mitad de una inundación. Había salvado a tres personas aquel día. Eso sí era heroico. Era un hombre que había pasado en segundos de conducir su tractor a arriesgar su vida por unos desconocidos. No tenía preparación, ni entrenamiento, ni equipo, ni compañeros dándole apoyo. Pedro irguió los hombros. No sabía cómo alguien pensaba que merecía estar en el mismo escenario que aquel hombre. Había querido rechazar la nominación cuando su jefe se lo dijo. Le había advertido de que, si no aceptaba, sería considerado un insulto para todos los hombres y mujeres con los que trabajaba y que no habían sido nominados.


—Hazlo por el equipo —le había dicho.


Así que allí estaba, vestido con un traje, dispuesto a recibir la condecoración en nombre de sus compañeros solo por hacer su trabajo. Al acabar la proyección y encenderse las luces, el hombre de su lado hizo un gesto al que estaba al otro lado del escenario. Había dos personas, aunque la segunda estaba en penumbra. Aun así, Pedro adivinó al instante de quién se trataba: Era Paula. Era la otra razón por la que había ido. Estaba allí para entregarle la condecoración. Necesitaba ver a Paula Chaves y saber que sus esfuerzos no habían sido en vano y que había vuelto a hacer su vida normal. Necesitaba información. Quizá así dejara de ocupar sus sueños. 

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