miércoles, 15 de junio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 19

 —No te disculpes. Estoy magullada y no me siento bien. Al menos me has hecho reír.


—Entonces, me alegro de haberlo conseguido.


—¿Te han entrenado para ello?


—¿Para qué?


—Para mantener a la gente animada con tu sonrisa sexy. 


Al ver que se sonrojaba, volvió a la realidad. Aquel hombre estaba intentando mantenerla con vida. Haría cualquier cosa para conseguirlo, incluyendo coquetear con ella. Por eso tenía que ponerle fin. Uno de los dos tenía que hacer que las cosas volvieran a encauzarse. Paula respiró hondo.


—Lo siento, Pedro. Creo que el néctar de hormiga me está haciendo hablar de más.


Él le quitó importancia sacudiendo la cabeza.


—No se le conocen propiedades como suero de la verdad.


Se sonrojó. Esta vez la estaba mirando fijamente.


—¿Será uno de los efectos secundarios?


—Probablemente lo ponga en alguna parte del frasco: Puede causar algunos episodios de confesiones inesperadas.


También era todo un caballero. Le estaba dando una salida digna a su comentario.


—Gracias por mantenerme cuerda.


—Así es como funciona. Tú eres la víctima. Cualquier cosa que necesites…


Víctima. Aquella palabra puso fin a la promesa dorada a la que se había aferrado ante su atento cuidado. ¿No la había acusado de eso Romina? ¿De dejar que su padre y Lucas gobernaran su vida y que otros controlaran su carrera? Claro que había sido necesario. Había provocado que Lucas saliera de su vida y que iniciara aquel viaje para reflexionar.


—¿Es eso lo que soy?


Pedro se quedó mirándola fijamente.


—No. Eres valiente y abierta, y la víctima menos víctima que he conocido.


—Eso es porque estás aquí conmigo. Sin tí, sería un caso perdido.


Dos pequeñas arrugas aparecieron en su entrecejo.


—A veces, solo descubrimos de lo que somos capaces cuando nos ponemos a prueba.


—Bueno, creo que no he pasado esta prueba. Quizá la próxima vez lo haga mejor. 


—No, no habrá próximas veces. No se tiene esta clase de suerte dosveces.


—¿Suerte?


¿Estaba loco?


Pedro se puso serio y miró su reloj.


—Ya lo verás en un par de horas. Pero estaré aquí contigo.


Un par de horas parecía una eternidad.


—¿Empezará el rescate tan pronto como amanezca?


—Sí, en cuanto el sol salga por las montañas, siempre y cuando no haya niebla.


—¿Cuánto tiempo tardará?


—Es difícil saberlo. Tenemos que estabilizar tu pierna y colocarte el hombro antes de que te saquemos.


Paula tragó saliva. Aquellas cosas no parecían muy placenteras. Debió de quedarse pálida porque Pedro se echó hacia delante y le tomó la mano. 

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