lunes, 6 de junio de 2022

Mi Salvador: Prólogo

El estridente chirrido podía estar viniendo de las llantas acelerando en el aire, de la correa de ventilación o de los airbags desinflándose. O quizá del fondo de la garganta de Paula Chaves. La presión del volante contra su pecho apenas le permitía emitir un gemido. Hacer ruido era una prioridad puesto que era la única manera de saber que seguía respirando. Y si todavía respiraba, entonces tenía algo que salvar, su vida, por patética que fuera. Sintió una subida de adrenalina mientras movía los ojos desesperadamente a derecha e izquierda. Fuera estaba todo oscuro, excepto por un rayo de luna que se rompía en cientos al atravesar el parabrisas destrozado de su pequeño Honda. Largos mechones del pelo le caían por las mejillas, desafiando la gravedad. Se los apartó y quedaron colgando en el aire. Por fin tenía sentido la presión del volante contra su pecho: Era ella la que caía sobre él. Al pasarse la mano libre por el abdomen, descubrió que el cinturón de seguridad la mantenía sujeta al asiento, salvándole la vida. La fuerza con la que la sostenía le resultó insoportable. Con dedos temblorosos, buscó la cinta que la sujetaba de cadera a hombro y, dejando a un lado el pánico que sentía, subió el brazo libre por detrás de ella y encontró el sitio donde se enrollaba el cinturón de seguridad. Respiró todo lo hondo que pudo y tiró con fuerza. Todo su cuerpo protestó al obligar a su torso a moverse bajo la sujeción del cinturón para colocarse de nuevo en el asiento del conductor. Al liberar su abdomen de la presión, la sangre empezó a correr por la mitad inferior de su cuerpo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no podía sentir nada en esa parte del cuerpo.


El dolor incesante la mantenía consciente. Mientras colgaba de la cintura y del pecho por el cinturón, comprobó sus extremidades para asegurarse de que respondían. Pero cuando intentó doblar el pie derecho, un intenso dolor le subió por la pierna. Un pájaro cayó desde la copa de un árbol justo encima de su ventana resquebrajada. Mientras volvía a caer en estado de inconsciencia, el desesperado aleteo de sus alas hizo que la mente confusa de Paula lo confundiera con el vuelo de un ángel.  Un alma celestial que había bajado a la tierra para actuar de intermediario entre la vida y la muerte. 

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