lunes, 20 de junio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 29

Ella asintió.


—Me sentí como una tonta. Lo único que sabía era la fecha y el lugar del accidente, además de tu nombre de pila. Ellos hicieron el resto.


—Eso lo cambia todo.


—¿A qué te refieres?


—No quería el reconocimiento. Me parecía una locura que me nominaran solo por hacer mi trabajo. Pero tú… —dijo sonriendo—. Lo acepto de tí.


—Me alegro. No sabes cómo cambió mi vida ese día. 


—Cuéntamelo.


—¿Ahora? —dijo abriendo los ojos como platos.


—No pronunciaste ningún discurso en la ceremonia, así que hazlo ahora. Cuéntame lo que significó para tí.


Abrió la boca para decir algo, pero no encontró las palabras. Respiró hondo y decidió empezar por el día del accidente.


—Aquella noche me cambió, Pedro. Me enseñaste la diferencia entre hacerse cargo y llevar las riendas.


Pedro frunció el ceño. Al parecer, no se estaba explicando bien.


—Me llevó tiempo darme cuenta de que la protección a la que me habían sometido mis padres mientras crecía se debía más a ellos que a mí. Me dejé llevar por sus cuidados y protección y se me olvidó ser independiente. Tal vez nunca haya aprendido a serlo. Luego conocí a Lucas y dejé que controlara nuestra relación porque estaba acostumbrada a que otros pensaran por mí, que se hicieran cargo y me dieran instrucciones.


—Como hice yo —comentó Pedro frunciendo el ceño.


Ella sacudió la cabeza.


—Me enseñaste que la mejor capacidad no viene de dar instrucciones, sino de conseguir influenciar. Lo hiciste durante todo el tiempo que estuviste en el coche. Querías que hiciera cosas, pero no me dabas órdenes. Simplemente me explicabas los hechos y tu preferencia, y me dejabas elegir. O me lo pedías. Y, si decía que no, lo respetabas, aunque fuera la decisión equivocada.


Pedro parecía incómodo con aquello.


—Tan solo te traté de la manera en que me habría gustado que me trataran de estar en tu situación.


—¿Cómo?


—Como una persona madura, facilitándome todos los detalles, como un equipo.


—¡Así es! Nunca en mi vida me había sentido parte de un equipo, en donde todos trabajamos juntos para conseguir una solución.


—Bueno, me alegro. Fuimos un equipo aquella noche desde el momento en el que entré en el coche, así que nuestras opiniones valían lo mismo. 


—¿Ves? Eso es una novedad para mí.


—Me alegro.


Estaba encantado de verla tan contenta, aunque algo sorprendido.


—No te rías de mí. No quiero volver a ser esa persona que necesita pedir permiso para todo. Todavía me sorprende que dejara que eso ocurriera. No solo me salvaste físicamente en aquella montaña.


—No me santifiques solo por eso. Estoy seguro de que ya te habías dado cuenta de todo.


—¿Qué quieres decir?


—Habías puesto rumbo a las montañas para replantearte tu vida. Acababas de romper una relación y estabas lidiando con tus padres.


—De acuerdo, no estaba empezando de cero, pero en el accidente me dí cuenta de lo que no iba bien en mi vida. Y tú me ayudaste a hacerlo — dijo y terminó su café antes de pedir otro—. Bueno, por eso te estoy tan agradecida. También ha cambiado la manera en que hago mi trabajo.


Pedro la miró interrogante. 

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