lunes, 13 de junio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 14

 —Muchas cosas. Hice que sus vidas fueran un infierno hasta que pasé la adolescencia.


Paula se quedó estudiándolo.


—Imagino que fuiste un rompecorazones con las chicas.


Él sonrió.


—No más que cualquier otro adolescente. Pero dí mucha guerra y no siempre anduve con buenas compañías.


Quizá fuera el uniforme o la barba incipiente o el brillo de aquellos ojos azules lo que le daban aquel aspecto de travieso. Lo suficiente para resultar atractivo, peligrosamente atractivo.


—Por suerte, mi hermano mayor intervino y me convirtió en el ciudadano respetable que tienes ante tí.


Ella rió y se sintió más animada. Se revolvió en su asiento al recordar dónde estaban y el peligro en el que seguían.


—Háblame de él. Estoy cansada de hablar de mí.


—Federico tiene dos años más que yo. Es el mayor y el mejor.


—¿Es esa la opinión de tus padres o la tuya?


Pedro se quedó mirándola.


—La mía. Él es todo lo que yo quería ser cuando estaba creciendo. Es la tragedia del culto al héroe.


Ella sonrió.


—No me imagino con hermanos.


—Yo no me imagino sin ellos.


—¿Te gustaría tener hijos en el futuro?


Él se encogió de hombros.


—¿No estamos aquí para eso? Me gustan mis genes y me gustaría ver qué se puede hacer con ellos.


A ella también estaban empezando a gustarle sus genes, tanto los de chico travieso como los de buena persona. Se quedaron en silencio y Paula reparó en que habían entrado en territorio personal. Parecía estarlo interrogando como posible candidato a esposo. 


—Lo siento, deformación profesional. Enseguida me interesa la vida de los demás.


—¿Por qué? ¿A qué te dedicas?


—Soy historiadora. Crónica oral en el departamento de Patrimonio Cultural.


—¿Te ganas la vida hablando para la gente?


—Paso de hablar sin parar con la gente a estar semanas a solas para recoger por escrito sus historias.


—¿Para qué?


—Para que no se pierdan.


—¿Y qué haces con ellas?


—Archivarlas y guardarlas en sitio seguro.


—¿Nadie vuelve a saber de ellas?


—Por supuesto que sí. Cada historia es catalogada por tema para que los estudiosos de todo el mundo puedan acceder a ellas.


—¿Llegas a conocer los resultados finales?


—Normalmente no. Tan solo conozco mi propio trabajo.


—¿Así que tu trabajo acaba archivado en alguna parte, llenándose de polvo si nadie le echa un vistazo?


—Básicamente sí —contestó encogiéndose de hombros—. ¿Crees que hay algo malo en ello?


—¿No resulta un poco… Desagradecido?


Paula sonrió. 

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