lunes, 6 de junio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 5

Echó la cabeza hacia atrás y dejó que se lo pusiera. Era una precaución cómoda, si en aquella situación podía considerarse que hubiera algo cómodo. Luego, él sacó una linterna, la sujetó entre los dientes y se asomó entre el espacio que había entre los asientos delanteros. Con una mano se sujetó y con la otra le subió la falda hasta los muslos. Luego, dirigió la linterna hacia sus pies.


—Sentí que se rompía —dijo.


Al ver lo cerca que estaba de ella, se sorprendió de lo tranquila que estaba. Claro que, ¿Qué otra cosa podía hacer? Asustarse no le hubiera servido de nada.


—Aun así, la piel no se ha roto —murmuró él, volviendo a colocarle el vestido en su sitio—. Eso es bueno.


No parecía dispuesto a mentirle ni a quitarle importancia a lo que le estaba sucediendo.


—Al menos, me las he arreglado para romperme bien la pierna. Lucas estaría contento.


Esa sería una de las pocas cosas que su dominante ex novio habría apreciado.


—¿Vas a darme algún analgésico? —preguntó.


Todo estaba empezando a dolerle más ahora que el coche estaba estable y que los puntos de presión habían cambiado.


—No sin saber con seguridad si eres alérgica. Y no con ese dolor que tienes en el pecho. Bastante te cuesta respirar como para complicarlo con la medicación.


—Odio el dolor —dijo ella. 


La mueca de Sam estaba fuera de lugar en aquella situación, pero la reconfortó y le dio fuerzas.


—Con las endorfinas altas, apenas eres capaz de sentir —dijo antes de revolver en su bolsa y sacar una pequeña botella—. Pero esto te aliviará.


Paula se quedó mirando la botella. No parecía medicinal. Alzó su mirada curiosa hacia él, cuestionándole en silencio.


—Es néctar de hormiga verde —aclaró Pedro—. Es un analgésico natural. Las comunidades aborígenes llevan siglos usándolo.


—¿Cómo se obtiene el zumo?


—Mejor no preguntar.


—¿Sabe a hormigas?


Pedro volvió a revolver en su macuto y sacó una jeringuilla.


—¿Las has probado?


—Me repugna su olor.


De nuevo, el destello de sus dientes blancos por el espejo.


—Como quieras. ¿Prefieres soportar el dolor?


A modo de respuesta, Paula abrió la boca como un pájaro y él le dió un trago de aquel sirope denso.


—Buena chica.


Con el dedo gordo le limpió una gota que se le había quedado en la comisura de los labios. Su pulso reaccionó acelerándose. ¿O quizá fuera el analgésico haciendo efecto en su cuerpo? De cualquier manera, se sentía mejor. La caricia fue tan suave y delicada, a la vez que profesional, que hizo que los ojos volvieran a llenársele de lágrimas. ¿Cuándo había sido la última vez que alguien la había cuidado? Sus padres creían que era mejor prevenir que curar y Lucas habría puesto los ojos en blanco y la habría acusado de exagerar.


Mientras Pedro se quitaba el guante de la mano, sus ojos se fijaron en que no llevaba ninguna alianza. «Siempre es importante saberlo en situaciones de vida o muerte», pensó. Sacudió la cabeza ante aquel pensamiento. Al hacerlo, sintió dolor en el hombro e hizo una mueca. 

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