lunes, 20 de junio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 28

Había llegado a imaginar que Pedro estaba divorciado, pero que seguía siendo buen amigo de su esposa. O que el enfermero se había equivocado con otra persona. Cualquier cosa que significara que no estaba casado. Paula suspiró. Lo cierto era que él no estaba ocultando su anillo de casado, sino que lo estaba protegiendo.


—Estoy segura de que se habrá quedado muy triste por no haber podido venir.


—Sí —dijo y su mirada se ensombreció.


El público empezó a aplaudir para recibir al siguiente galardonado y Paula sintió que se le escapaba su oportunidad. La ceremonia estaba a punto de terminar y él volvería a su vida, a la que no estaba invitada. 


—¿Por qué no me dijiste que estabas casado? —preguntó y se sorprendió ante su falta de tacto.


Él frunció el ceño.


—Los rescates son…


Alguien pasó junto a ellos, pidiendo a los galardonados que posaran juntos para las fotografías de la prensa.


—Paula, ¿Vas a pasar el día en Camberra? ¿Quieres tomar un café?


Aquello no le parecía una buena idea. Miró su reloj y fingió estar considerándolo.


—Tan solo quiero hablar, saber cómo te ha ido todo después del rescate —añadió.


No le parecía correcto entregarle la medalla y salir corriendo. Al fin y al cabo, era el hombre que había salvado su vida.


—Por supuesto.


Pedro le regaló una de sus sonrisas.


—Nos vemos en diez minutos —le dijo y se fue a atender a la prensa.


«Está casado».


—Pero es solo un café —se dijo en voz alta.


Respiró hondo. Se había estado engañando al pensar que había conseguido apartar a Pedro de sus pensamientos y de su corazón. Siempre estaba ahí, en los momentos más inoportunos, recordándole la clase de hombre que todavía no había encontrado. No estaba dispuesta a inmiscuirse en el matrimonio de nadie, por muy tentador que le resultara. Pero solo sería un café. Le daría las gracias, se disculparía por el beso y le desearía lo mejor en su vida. Podrían despedirse como amigos y no como desconocidos. Después, la vida volvería a la normalidad. 




—¿Así que solo estuviste ingresada unos cuantos días? ¡Increíble!


Paula se bajó la falda tras enseñarle a Pedro la cicatriz que le había quedado en el gemelo. Era su único recuerdo de la noche que había pasado en la ladera de la montaña.


—Me alegro de hablar contigo —dijo y le dio un sorbo a su café—. Nadie parece entenderlo. Se quedan mirando la cicatriz y piensan que eso da idea de la magnitud del accidente que tuve.


—¿No se lo has contado a nadie?


—Sí, al psicólogo del hospital y a mi amiga Romina. A mis padres les conté lo básico.


—Pretendías quitarle importancia —dijo él sonriendo.


—Solo porque recibieron una llamada a las dos de la mañana de tus compañeros que los dejó asustados.


—¿Ya lo has superado?


—Sí, lo he recordado un montón de veces, de diferentes maneras. Si hubiera hecho las cosas de otra forma… —dijo apartando la mirada—. Creo que lo llevé lo mejor que pude.


—Lo hiciste muy bien. Me lo pusiste muy fácil para ayudarte.


—Quise darte las gracias, pero estabas ocupado —dijo y suspiró al recordarlo besando a su esposa—. No se me ocurrió otra cosa que proponer tu nominación.


—¿Tú presentaste la nominación?

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