miércoles, 1 de junio de 2022

Enfrentados: Capítulo 66

 -No es ridículo en absoluto -dijo con delicadeza.


-Claro que lo es -soltó una risotada-. Aunque se está poniendo tan enfermo que para cuando llegue... -aspiró hondo- tal vez sea demasiado tarde -añadió con voz quebrada.


Pedro abrazó a Paula, y sólo pudo pensar en la tristeza de sus palabras y en lo mucho que necesitaba apoyo y ayuda. Hacía seis días no había nada más importante que, ganar la casa rodante, llevarla a California y venderla para que Marcos y él pudieran empezar de nuevo. Cuando se había montado en la caravana no había imaginado que surgiría algo más importante que eso. Y después había llegado Paula. Su necesidad era de lo más sencilla. Básica. Encontrarse con la familia que nunca había conocido. En realidad, la familia que jamás había tenido, teniendo en cuenta lo pequeña que era cuando su madre había fallecido. No podía imaginar lo que sería estar solo, no tener hermanos, no tener padres ni ninguna historia de guerras de cojines el día de Navidad. Sin embargo había llevado tan bien esa carga, que cualquiera que la mirara jamás sospecharía que se había criado ella sola. No era de extrañar que nunca se hubiera acercado demasiado a la gente. Todas las personas a las que había querido la habían abandonado.


-Ganarás la caravana -le dijo, sabiendo que acababa de eliminar la solución a sus problemas, pero también que ya no le importaban; cerró los ojos y apoyó la barbilla sobre la cabeza de Paula-. Yo me encargaré de ello.


-Pedro, no. Tú tienes tus razones para necesitarla...


-No importan, Paula. La tuya es mucho más importante.


-Pero aun así no puedes estar seguro de que vaya a ganarla.


-Por tí, estoy totalmente seguro -le agarró la cara con las dos manos-. Soy un héroe, ¿Recuerdas? Puedo hacer cualquier cosa.


Media hora después Paula y Pedro salieron de la habitación. Había hablado de su padre todo el tiempo, y se sentía como si acabara de salir de un pozo profundo. Sentía como si se hubiera quitado un peso enorme de encima, y aunque su padre seguía estando tan enfermo como esa mañana, de pronto la posibilidad de llegar hasta él le pareció de lo más real. La promesa de Pedro le había dado la esperanza que no sentía desde hacía mucho tiempo. Cuando le estaba dando las gracias,llamaron a la puerta. Antes de darles tiempo a levantarse, Gustavo Kent entró con su cámara en la habitación.


-¡Buenos días a todos! Venimos para captar algunas imágenes de la vida en la casa rodante -se volvió al cámara que tenía detrás-. Asegúrate de tomar planos de todos -le dijo-. Pero que sean naturales, reales.


-¡De eso nada! -Alicia se levantó de la mesa de la cocina-. Aún no me he arreglado -pasó corriendo junto a Pedro y Paula y se metió en el dormitorio.


Paula tampoco se había maquillado, pero como Gustavo estaba ya encima de ellos vió que no serviría de nada meterse en el baño. En esa ocasión había tres cámaras. Una vez dentro empezaron a rodar.


-Bueno, continuad haciendo lo que fuerais a hacer -dijo Gustavo, animándolos-. Actúen con naturalidad.


Paula se puso a fregar los platos, y al momento Pedro se acercó a ella y empezó a secarlos.


-Tengo una idea -le susurró.


-Si consigues que me quiten esas cámaras de la cara, me interesa.


-Sígueme la corriente. En un abrir y cerrar de ojos nos libraremos de Alicia, de Luis y del equipo de televisión de Lawford.


Tiró el paño sobre el mostrador y fue hacia Gustavo Kent. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario