viernes, 24 de junio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 37

Pedro vió cómo la luz del baño pasaba de verde a rojo y suspiró. Su pulso seguía acelerado. La química entre ellos no había desaparecido desde aquel día de la entrega de condecoraciones. Se frotó el muslo, allí donde había estado en contacto con ella. Toda aquella tensión acumulada tenía que acabar en alguna parte. ¿Por qué había decidido sacar aquel tema de conversación? ¿Tan desesperado estaba por entablar un vínculo con ella? Tal vez era la única manera de revivir ese momento, aquel en el que Paula había pasado de ser su paciente para convertirse en algo más importante. Era algo que no le había pedido ni que él podía ofrecerle. Pero disfrutaba estando con ella: el brillo de sus ojos, el color que iluminaba sus mejillas, su pelo revuelto… Tenía que controlarse. Tenían por delante tres días intensos de promoción y no iban a ser fáciles. Ambos eran adultos y ahora compañeros. Aquel era un viaje de trabajo. Hubiera o no atracción, si no podía confiar en su juicio, entonces tendría que contar con su profesionalidad para superarlo. Volvió a mirar hacia el símbolo rojo del baño, a la espera de que saliera en cualquier momento.



Después de su primer y largo día en Melbourne, Paula se acomodó en el sofá de esquina de la suite del hotel y echó la cabeza hacia atrás, riéndose.


—¿Hablas en serio?


—Desde luego.


—¿Y cuántos años tenía ella?


—Ochenta y dos. Pero tenía la densidad ósea de una persona mucho más joven.


—Pedro Alfonso rendido ante una anciana. ¿Es que no puedes dejar de ir por ahí sin salvar a la gente?


La anciana se estaba defendiendo de un joven que había intentado robarle el bolso cuando Pedro había intervenido.


—Se estaba defendiendo ella sola muy bien contra aquel chico. Yo solo le eché una mano.


—Y te llevaste un puñetazo —dijo riendo otra vez—. Se supone que ibas a relajarte paseando, no a acabar el día en la comisaría presentando una denuncia.


No habían parado desde que pusieran el pie en el aeropuerto de Tullamarine aquella mañana. Habían estado en dos colegios y luego en un centro de rescate hablando de las mismas cosas y contestando las mismas preguntas sobre lo que había pasado aquella noche junto a la A-10. Se sentía aliviada de tener a Pedro a su lado. Él despersonalizaba el accidente empleando expresiones como procedimiento operativo estándar, protocolo o entrenamiento, mientras que ella hablaba de sus sentimientos y miedos, y del apoyo que le había brindado la presencia de él. 

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