lunes, 27 de junio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 43

Luego, forzó una pose exagerada, hizo la señal de la paz con los dedos y sonrió. Pedro clavó sus ojos azules en ella y Paula se quedó sin aliento al darse cuenta del fuego que desprendían. Era el mismo fuego que había visto en ellos el día en que lo había besado después del rescate. El tiempo se congeló mientras se miraban. Se quedaron así durante largos segundos. Paula fue a quitarse el pañuelo, pero él se lo impidió. 


—Déjatelo. Te sienta bien la libertad.


Sí, la libertad le sentaba bien. El año que había pasado desde que se hiciera cargo de su vida había sido el mejor, especialmente las horas que había pasado con Pedro.


—Voy a tener que comprármelo —murmuró ella.


—Deja que yo te lo regale —dijo rápidamente Sam, dándole un billete al vendedor.


—Muchas gracias —dijo demasiado sorprendida como para protestar—. Ahora, tenemos que encontrar algo para Micaela. No está bien que el único regalo que compres hoy sea para otra mujer.


—Tú no eres cualquier otra mujer, Paula —dijo mirándola muy serio—. Tú eres tú. Esto es para agradecerte tu ayuda.


—¿Tenemos un trato, recuerdas? Yo te ayudo con el regalo y tú me ayudas con la entrevista.


—Lo de hoy es extra.


Se hizo un incómodo silencio entre ellos mientras seguían mirándose. Por fin, Pedro miró por detrás del hombro de Paula y su cara se animó.


—¿Qué te parece una cometa? —preguntó y se puso en marcha.


—¿Los hombres sois niños en cuerpos grandes, verdad?


Se sentaron en una mesa de madera, bajo una pérgola cubierta de jazmines a disfrutar de una comida compuesta por queso, pan, paté y algo delicioso hecho con berenjenas. Paula apartó los ojos de las dos enormes cometas y miró sonriente a Pedro.


—Las cometas son eternas. Son piezas de arte voladoras.


Le gustaba mucho Pedro. Su pasión por la vida y su franqueza le resultaban peligrosamente sugerentes. Al contrario que Lucas, no estaba continuamente hablando de sí mismo. Se mostraba tal cual era.


—Teniendo en cuenta que ya has encontrado el regalo de Micaela, no puedo reprocharte las cometas.


Le había comprado a su esposa un precioso espejo de marco artesanal en forma de parra hecho de hierro forjado y con cristales de colores incrustados.  «Nos representa a ambos», le había dicho al elegirlo. «La brillantez de Micaela y mi amor por la naturaleza». Su corazón se había encogido de dolor al oírle decir aquellas bonitas palabras. En ellas se transmitía la incertidumbre de estar eligiendo un regalo equivocado para la mujer con la que estaba compartiendo su vida, además de la realidad de su relación. De vez en cuando había hecho algún comentario que daba a entender que las cosas no iban bien entre ellos, pero aquellas palabras evidenciaban sus sentimientos por su esposa.


—Pedro, ¿Puedo…?


—Dime, continúa.


—Quiero preguntarte algo, pero no quiero ofenderte.


—Estoy pasando un día muy agradable como para ofenderme. Vamos, pregunta.


—Es sobre Micaela. ¿Va todo bien entre ustedes?


—¿Por qué lo preguntas? —dijo poniéndose tenso.


—Te muestras muy apasionado defendiéndola, muy considerado para satisfacer sus necesidades, muy orgulloso y muy leal cuando hablas de ella…. 

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