lunes, 13 de junio de 2022

Mi Salvador: Capítulo 12

Había creído todo lo que le había dicho y había hecho todo lo que le había pedido sin cuestionarlo. Pedro estaba entrenado, era capaz y comprendía la situación. Además, no había hecho nada para que desconfiara de él. Aunque hacía menos de una hora que lo conocía, confiaba en él más que en otras personas a las que conocía de siempre. Aquello era triste.


—Confío en tí —murmuró ella.


—Entonces, confía en que te sacaré de aquí.


—Sé que es lo que quieres —dijo ella, mirándolo fijamente.


—Y siempre consigo lo que quiero.


De niña, había pasado semanas aprendiendo a levantar una sola ceja y eso fue lo que hizo en aquel momento, desesperada por ignorar la química que estaba surgiendo entre ellos.


—Lo dices con mucha seguridad.


—No me gusta dejar las cosas sin terminar. Es una cuestión de principios.


¿Cómo había podido superar la pérdida de aquellos a los que no había podido salvar? Su corazón se encogió por todos los recuerdos que debía de tener. Pero no quería preguntarle.


Paula se estremeció.


—¿Ha bajado la temperatura?


—Espera…


Desapareció un segundo para sacar un tubo plateado de su equipo. Lo desenrolló y resultó ser una manta de aluminio, que con su ayuda colocó sobre ella. Luego le apartó el pelo del cuello y pilló el extremo de la manta por detrás de su hombro. Sintió que la temperatura le subía y pensó en pedirle que cada diez minutos la tocara para mantener el calor. Lo mejor sería buscar el lado positivo de la química que estaba surgiendo entre su caballero de brillante armadura y ella.


—Qué agradable… —dijo ella y pilló la manta bajo sus muslos para mantener el calor.


—No te tapes la pierna herida —dijo sin apartarse del hueco entre los asientos—. El frío te vendrá bien.


A continuación, sin preguntar, tomó su mano y empezó a frotársela con fuerza para calentársela. Después hizo lo mismo por el brazo. 


—¿Qué tal estás?


«En la gloria».


—Mejor.


Continuó con la fricción en silencio mientras la manta aislante cumplía su función. Pero mientras los minutos transcurrían, aquel frotamiento profesional fue haciéndose más lento hasta convertirse en una especie de masaje. Al final acabó sujetándole la mano entre la suya, como si fuera un cálido guante.


—¿Hay alguien a quien quieras que llamemos? ¿Tus padres? — preguntó y bajó la mirada hacia la mano que sujetaba entre la suya—. ¿Tu pareja?


Paula frunció el ceño. Desde luego que no a Lucas. Habían terminado su relación definitivamente. Y respecto a sus padres, prefería llamarlos desde la seguridad de tierra firme, cuando no pudieran ver la consecuencia de haberse internado sola en una zona tan apartada. En el trabajo no la echarían de menos hasta dentro de unos días, puesto que conocían la dedicación que ponía cuando estaba transcribiendo un proyecto.


—No si de veras crees que vamos a salir de esta.


—Saldremos de esta —dijo, reconfortándola con su seguridad tanto como con su calor—. Pero ¿Habría alguien a quién llamarías si pensaras que no ibas a salir de esta?


—¿Tomando precauciones, Pedro?


Quizá eso fuera lo más sensato. Todavía tenían que sacarla de allí. Él frunció los labios.


—Es mi deber preguntar. 

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