lunes, 23 de noviembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 7

Paula se miró y estuvo a punto de dar un traspiés. Ella usaba una talla de sujetador más grande que la mayor parte de las mujeres de su estatura. Recordaba perfectamente cómo se le quedaban mirando los chicos en el instituto.


-Algún día tendrás que contármelo -dijo Martina.


-¿El qué? -preguntó Nacho.


-Eso de ser... -comenzó a decir la niña.


-Eso tendrá que explicártelo tu madre -alegó Paula dando por terminada la conversación. Era lo último: darles una clase sobre sexo. Tenía veinticuatro años, pero aún se sentía cohibida al hablar de ese tema-. Mi madre me lo explicó todo cuando cumplí los trece.


-¿Explicar qué? -insistió Nacho.


-Cosas de chicas -contestó su hermana.


-Esta es tu habitación, Paula -dijo Nacho agarrando el picaporte.


-No, esa no -dijo Martina-, la siguiente, la que tiene cuarto de baño.


Nacho se encogió de hombros, cerró la puerta de un golpe y siguió por el pasillo hasta otra puerta más allá. Iba a tener su propio baño, era estupendo. El corredor era largo y recto, casi tan largo y estrecho como la pista de una bolera, y tenía ocho o nueve puertas cerradas que impedían que le llegara la luz y una pequeña y sucia ventana en cada extremo. Aquel lugar necesitaba una buena limpieza. Nacho abrió la puerta siguiente y la hizo entrar en una habitación decorada en marrón. Luego miró a su alrededor como si no pudiera creerlo.


-¿Esta? -le preguntó a su hermana. La niña asintió. Nacho se encogió de hombros y soltó la bolsa de Paula-. Vamos -le ordenó a su hermana.


Ambos bajaron al salón, la niña lo seguía sin pestañear. Luca se puso de pie para seguirlos.


-¡Luca! -lo llamó Paula. El perro se detuvo, miró a su alrededor y volvió a su lado-. ¡Condenado perro! -Luca giró una o dos veces sobre sí mismo y se dejó caer en la alfombra-. Bien, desharé la maleta, tomaré una ducha y miraré a ver qué pongo de comida.


Deshacer la maleta le llevaría poco tiempo: apenas llevaba dos o tres cosas, pero en cuanto a la comida... ¿Sandwiches y leche, quizá? Algo así, pensó. Era fácil contentar a los niños. Paula se quitó el suéter y se desabrochó la blusa. Entonces escuchó un estruendo. Primero un golpe, y después una especie de ruido continuo, como si algo estuviera rodando. Martina gritó. Nacho gritó pidiendo ayuda. Luca se puso en pie y miró hacia la puerta. Hope se tomó unos segundos y por fin salió al pasillo justo cuando la bola que rodaba por él chocó contra la pared del fondo. La casa tembló. La camisa, abierta, cayó al suelo. Los niños estaban de pie frente a ella, agarrados de las manos.


-Ha sido un accidente -afirmó Martina.


-Ha sido ella -dijo Nacho señalando hacia el rincón.


Junto a la pared, una enorme bola de jugar a los bolos.


-¡Dios mío! -suspiró Paula.


-¡Dios mío, es cierto! -exclamó el tío Pedro bajando las escaleras desde la tercera planta-. Te he dicho que vigiles a Nacho.


-¡No me digas! ¿Y por qué iba a querer un niño de su edad hacer una cosa así?


-¡Pero si yo no he sido! -insistió Nacho.


El tío Pedro esbozó una expresión de confusión. Martina, sintiendo que necesitaba protección, se agarró a la pierna de Paula con ambos brazos.


-¡Yo no he sido! -exclamó. 

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