miércoles, 18 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 69

 Por fin estaba en casa. Pedro dejó su mochila en el garaje, ya se encargaría de eso después. Estaba deseando ver a Paula. Entró y la llamó, pero no obtuvo respuesta. La buscó por todas partes con un mal presentimiento. No estaba allí. Volvió al salón. Sabía que a ella la necesitaban en Bellingham, pero no podía creer que se hubiera ido sin despedirlo. Vió un sobre blanco en la mesa y se quedó helado.  Fue hacia él como si llevara dos toneladas de peso sobre sus hombros. Vió una nota y una alianza de oro encima del sobre y tomó el papel con manos temblorosas.


 "Querido Pedro, te agradezco todo lo que has hecho por mí durante estas semanas. Hood Hamlet ha sido el lugar perfecto para recuperarme. Gracias por abrir tu casa y presentarme a tus amigos. Sé que querías llevarme a Bellingham, pero después de pasar la noche atrapado en una cueva en la nieve lo última que necesitabas era tener que conducir durante tantas horas. Llegaron ayer los papeles de los abogados. Sigo queriendo el divorcio. He leído la solicitud y todo parece estar en regla. Dentro de poco, no habrá nada ya que nos impida seguir con nuestras vidas. Te deseo lo mejor. Dios sabe que te mereces a alguien mejor que yo. Estoy segura de que encontrarás a una mujer que sea exactamente lo que buscas en una esposa. Paula".


Furioso, arrugó la nota entre sus manos. Quería llorar, gritar y golpear algo.  Tomó la alianza y la acarició con un dedo. Creía que Paula no era una mujer sentimental, por eso le extrañó que la hubiera guardado durante todo ese tiempo. El silencio y el vacío que había en la cabaña era un reflejo de lo que sentía en su interior. Se preguntó si ella habría sentido lo mismo cuando regresó a casa después de unos días de trabajo en el monte Baker y descubrió que él se había ido de casa durante su ausencia.  La verdad era que no quería saberlo. En esos momentos, no sentía ninguna compasión por ella, solo ira. No entendía por qué parecía incapaz de ver que ellos dos compartían algo especial. Tomó de nuevo la nota y la alisó con las manos. Volvió a leerla y lo hizo varias veces. De repente, entendió algo que no había visto la primera vez. Paula no lo dejaba porque quisiera encontrar a alguien mejor sino para que él tuviera vía libre y pudiera encontrar a alguien mejor que ella. Parecía creer que el problema no lo tenía él ni ellos dos como pareja, sino ella. Por alguna razón que no llegaba a entender, pensaba que no era lo suficientemente buena para él. Se dió cuenta de que había pasado lo mismo la última vez, pero él había estado demasiado herido para verlo.


Tenía que ir tras ella y demostrarle lo especial que era, lo mucho que la necesitaba. Algo que sus padres nunca habían hecho ni tampoco el novio que la dejó plantada en el altar. Lamentó haberla defraudado un año antes, cuando se fue sin despedirse del piso que habían estado compartiendo. Aunque en realidad, había llegado a la conclusión de que la había decepcionado desde el momento que viajaron de Las Vegas a Seattle, cuando había tratado de mantener el control y volver a su rutina después de que esa mujer hubiera dado una vuelta de ciento ochenta grados a su vida. Desde ese momento, había mantenido las distancias e incluso había llegado a construir paredes entre los dos. Nunca quería hablar con ella y se escapaba cada vez que podía. Y, cuando ella le mencionó el divorcio, aprovechó la oportunidad de cortar por lo sano y empezar una vida nueva mientras trataba de recomponer su corazón.  Pero no estaba dispuesto a volver a cometer el mismo error. Pensaba ir a Bellingham y convencerla de que debían estar juntos. Haría lo que fuera necesario porque sentía que no tenía nada que perder. Sin ella, no tenía nada. 

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