miércoles, 4 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 40

 Brenda abrió la boca al oírlo y miró a Paula.

 

–¿Cómo es que no me lo habías contado?

 

–Pensé que ya te lo habrías imaginado, como nos casamos en Las Vegas... El precio incluía la boda y un vídeo. Cada vez que lo veo, no puedo evitar reírme con ese falso Elvis.

 

–¿Ves el vídeo de vez en cuando? –le preguntó él muy sorprendido.

 

–Bueno, solía hacerlo. Ahora lo tengo metido en alguna caja, no sé dónde... –respondió Paula.

 

Le sorprendió que aún tuviera el vídeo y no hubiera destruido todas las pruebas de su boda. Ni siquiera le habría extrañado que tirara la alianza a la basura. Sonó en el temporizador. Brenda se levantó, fue a la cocina y sacó una fuente del horno.


 –Espero que les gusten los arándanos.

 

–Me encantan. Y a Pedro también.


Recordó algunas mañanas que habían compartido cuando no tenían que trabajar. Se despertaban tarde, hacían el amor, se duchaban juntos e iban a una cafetería cercana para desayunar ese tipo de magdalenas con el café.


 –Bueno, yo ya me voy –les dijo Brenda mientras ponía el café y las magdalenas en la mesa.

 

–Por supuesto. Muchas gracias por quedarte conmigo –respondió Paula–. Y por las magdalenas.


 –Te acompaño a la puerta –le dijo Pedro.

 

Brenda lo miró antes de salir.


 –Si ya no estás con ella, ¿Por qué no has salido con otras mujeres durante este último año?

 

–Bueno, pensé que sería mejor esperar al divorcio –respondió Pedro algo sorprendido.


 –Y, ¿cuándo será eso?

 

–Mi abogado sabe que Paula está ahora conmigo y cree que puede prepararlo en poco tiempo.

 

–Paula es genial –le dijo Brenda–. ¿Estás seguro de que quieres divorciarte de ella?

 

–Sí. Y Paula también lo quiere, así que no te hagas ilusiones.

 

–Bueno, solo era una pregunta. Además, me ha dado la impresión de que se llevan muy bien.

 

–Brenda, no sigas por ahí –le advirtió–. Pero muchas gracias por quedarte con Paula.


 –De nada –le dijo la joven.


Se despidieron cariñosamente. Cuando volvió al salón, Paula estaba mirando la revista de bodas.


 –¿No vas a comer? –le preguntó al ver que no había probado las magdalenas.


 –Te estaba esperando –respondió cerrando la revista.


Se sentó frente a ella y probó una de la magdalenas.

 

–Como te dije, es muy buena cocinera.

 

–Y muy agradable, me ha gustado –le confesó Paula.

 

–Ya había imaginado que se caerían bien. Brenda me recuerda a tí.

 

–¿Sí? Yo creo que no nos parecemos. Pero me encantaría cocinar como ella.


 –Sí, eso estaría bien.

 

–¡No soy tan mala! –protestó Paula mientras miraba de nuevo la revista.


 –¿Cómo es que sabes tanto de bodas si nosotros nos casamos en Las Vegas?

 

–Sí, pero ya te conté que había estado prometida antes, ¿No te acuerdas?


 –Sí, pero no duró mucho, ¿No?

 

–Dos años y medio.

 

–¿Tanto? –le preguntó sorprendido–. ¿Cuándo fue eso?


 –Cuatro años antes de conocerte. Era muy joven y bastante tonta. Fue una mala decisión...


 –¿Por qué no me lo habías contado?


 –Bueno, nos casamos dos días después de conocernos. Pensé que el pasado no importaba.

 

–¿Qué fue lo que ocurrió?


 –Pablo entró en mi vida en un momento en el que me sentía muy sola y pensé que era una suerte que quisiera estar conmigo. Algo me decía que era un error, pero seguí con los planes de boda. Esa mañana...


 Pedro se inclinó hacia ella, no podía creerlo.


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