lunes, 9 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 46

Javier Paulson se sentó junto a Paula en el sofá con una sonrisa pícara en los labios y un brillo muy sugerente en los ojos.

 

–Bueno, ¿Qué quieres hacer ahora?


Le encantaba estar en compañía de ese bombero tan atractivo. Era simpático y hacía que se sintiera femenina y bonita. Algo que llevaba semanas sin sentir.


 –No tengo idea –admitió.


Tenía un gran sentido del humor y un cuerpo perfecto. Se estaba divirtiendo mucho con él, aunque era un poco inmaduro.

 

–Me has tenido entretenida toda la tarde, no sé qué nos queda por hacer –agregó.


 –Seguro que se me ocurre algo... –le dijo Javier con picardía–. ¡Podría pintarte las uñas de los pies! No puedes hacerlo con la mano izquierda...


Por muy tentador que fuera la oferta, podía sobrevivir sin esmalte de uñas. Pedro era el único hombre al que dejaría que le pintara las uñas. Pero sabía que él no iba a hacerlo y que ella tampoco se lo iba a pedir.


 –Gracias, pero creo que debería echarme una siesta.

 

–Muy bien, voy a ahuecarte las almohadas, ahora vuelvo.


Su afán de ayudar era muy cómico. Se abrió en ese momento la puerta principal, supuso que sería Leanne y se volvió para saludarla, pero se quedó sin palabras al ver que era Pedro. Aún llevaba su bata del hospital y la miraba con el ceño fruncido.

 

–¡Ya está lista la cama! –anunció Javier desde el pasillo.


La cara de Pedro enrojeció y vió que apretaba los puños.

 

–Hola, doctor. He estado cuidando muy bien de Paula –le dijo Javier a su amigo.


 Pedro parecía listo para darle un puñetazo.

 

–Ya lo imagino. 


Ella nunca lo había visto así y no le gustó.

 

–¿Qué es eso de que la cama está lista? –le preguntó Pedro a Javier.

 

–No sé lo que te pasa, amigo, pero si crees que he intentado algo con tu bella esposa, te equivocas. Solo le estaba ahuecando las almohadas porque quería echarse una siesta.


 Pedro la miró a ella y después otra vez a Javier.

 

–¿Una siesta? –repitió Pedro como si estuviera digiriendo la información.


No sabía qué le pasaba.

 

–Me has ayudado mucho, gracias por todo, Javier–le dijo ella al bombero.

 

–Por supuesto –repuso sonriendo–. Si quieres que te lleve luego a la cervecería...


 –La voy a llevar yo –lo interrumpió Pedro–. Iremos cuando se despierte de la siesta.


Javier sacó las llaves del coche del bolsillo y fue hacia la puerta. Se despidió de ellos y se fue. Él se acercó entonces a la cocina y la miró muy serio.

 

–Espero que no seas tan tonta como para liarte con un tipo como Paulson. 

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