lunes, 9 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 50

 –No seré feliz hasta que pueda volver a mi trabajo en el instituto.

 

Le dolió que dijera algo así, sobre todo después del apasionado beso de esa tarde. Le dió la impresión de que estaba deseando alejarse de él. Paula trató de abrir la puerta con la mano izquierda, pero no pudo. Se inclinó para ayudarla, pero parecía querer hacerlo sola. No entendía qué le pasaba.


 –Solo trataba de ayudarte –le dijo–. Tienes que tener cuidado con lo que haces.

 

–Lo sé –replicó ella–. También tuve cuidado aquel día, pero no podía saber que iba a haber una explosión de vapor.

 

–¿Por qué te enfadas conmigo? ¿Por qué estás así? ¿Es que tienes hambre? –le preguntó él–. Si es así, no te preocupes. Hoy hay bufé libre en la cervecería.

 

Siguieron en silencio hasta llegar a la puerta del local.

 

–¿Quién estará dentro?

 

–Bueno, creo que ya conoces a casi todos. Estarán Leticia, Gabriela, Nadia y Brenda.


 –Y Javier.

 

–Sí, también Javier –añadió de mala gana él–. Juan Porter, Daniek Hughes y Daniel Welton, si no están de servicio, estarán aquí también. No sé si vendrán Nadia y Sergio Willingham o Rita y Martín Moreno, depende de si han podido encontrar a quien cuide de sus hijos. Pero no te preocupes por nada. Todo el mundo te hará sentir como en casa.


 –Estupendo. Yo intentaré no avergonzarte delante de tus amigos.

 

–Nunca me has avergonzado.

 

–¿Ni siquiera cuando bailé en la barra del bar en ese sitio cerca de Gustavo Tree?

 

Recordó de repente el sabor del tequila con limón y sal y cómo bailaba Paula esa noche.


 –No estaba avergonzado, sino excitado, aunque habría preferido una actuación privada.

 

–Bueno, entonces supongo que no tengo nada de lo que preocuparme esta noche.

 

Él, en cambio, no podía decir lo mismo. Tenía la sensación de que iba a estar preocupado hasta que Paula volviera a su casa. Y quizás también después de que se fuera. A ella le hacía mucha ilusión salir de casa, pero en cuanto entró en la cervecería sintió un nudo en el estómago. Estaba muy nerviosa.


 –Están en la parte de atrás –le dijo Pedro.

 

No sabía cómo los había podido ver entre tanta gente, pero lo siguió. Sintió el impulso de agarrarle la mano mientras iban hacia allí, pero sabía que no era buena idea. Creía que tampoco había sido buena decisión devolverle el beso o ir al bar esa noche con él. Habría estado mejor en la cabaña, encerrada en su dormitorio. Una parte de ella no podía dejar de soñar con que las cosas hubieran sido distintas entre ellos. Había llegado a creer que con Pedro iba a tener su final feliz, un amor para toda la vida, pero tenía que aceptar la realidad. Él parecía haber encontrado el lugar perfecto para pasar el resto de su vida, enamorarse y formar una familia. Ella, en cambio, solo tenía su trabajo. Le encantaba, era su vida, pero no podía evitar sentir que necesitaba algo más.


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