miércoles, 11 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 54

 En la cocina, Pedro se lavó las manos y llenó un vaso con agua. Estiró el cuello a un lado y otro, tenía los músculos en tensión.  Su conversación con Paula no había ido como había esperado. Había querido saber qué le habían parecido sus amigos y la cervecería. No había sido su intención hablar de Ignacio, pero sintió la necesidad de aclararle por qué su familia había actuado de esa forma con ella como lo había hecho.  Le dolió que ella se hubiera sentido fuera de lugar en casa de sus padres. No podía cambiar el pasado, pero quería hacer las paces con ella de alguna manera. Sabía que Paula estaba teniendo problemas para trabajar más de unos minutos con su ordenador portátil y se le ocurrió una idea para ayudarla a hacer su trabajo desde allí. Fue hasta el dormitorio de ella y llamó con los nudillos, pero no contestó. Abrió despacio la puerta y vió que estaba profundamente dormida. Su pelo oscuro se esparcía sobre la almohada. Se había quitado la chaqueta y las botas, pero aún llevaba los vaqueros y la camiseta roja.

 

–Paula, despierta. Tienes que tomarte la medicina.

 

Ella gimió, pero no abrió los ojos.

 

–Ya sé que ahora no te duele nada, pero te sentirás mejor por la mañana si te la tomas.


Paula se incorporó y se tomó la pastilla con un trago de agua.

 

–Gracias. Ahora, déjame dormir –murmuró Paula.


 –Antes tienes que quitarte la ropa.

 

–Estoy muy cansada...

 

–Tienes que quitarte por lo menos los pantalones.

 

–No puedo. Me cuesta desabrocharme los botones cuando estoy despierta, así que imagínate ahora...

 

–¿Quieres que te ayude? –se ofreció.

 

–Por favor. Si no te importa...


No le importaba en absoluto, pero sabía que iba a ser una tortura. Le desabrochó el botón del pantalón con manos temblorosas. Intentó concentrarse en lo que hacía y no pensar en nada más, pero la atracción física que tenía por ella era demasiado fuerte. Tiró hacia abajo muy despacio. Fue entonces cuando vió asomar un triángulo de encaje rosa. Su cuerpo reaccionó al instante. Estaban a punto de divorciarse y Paula debía ser la última mujer del mundo con la que querría estar, pero no podía hacer nada por disminuir la atracción que sentía por ella. 


–Está bien. Ya casi está –murmuró tratando de pensar en otra cosa.

 

Mientras le bajaba los vaqueros, rozó la piel de sus muslos y trató de ignorar la sensación eléctrica que recorrió su cuerpo de arriba abajo. Paula se había vuelto a dormir. Tenía los ojos cerrados y los labios ligeramente separados. Se preguntó si estaría soñando y si lo haría con él. Le entraron ganas de meterse en la cama con ella y abrazarla hasta que saliera el sol. Y no solo quería hacerlo esa noche, sino todas las noches después de esa. Para siempre. Anhelaba el futuro que había soñado con ella, pero ya habían decidido que no podía ser. Además, pensaba que Sarah podía estar con alguien mejor para ella, alguien que supiera cómo actuar y que fuera más abierto. Una voz en su interior le recordó que, tal vez con la ayuda de Paula, podría llegar a cambiar. 

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